martes, 3 de febrero de 2015

LA NOVELA DE LA GENERACIÓN DEL 98 (Parte 2)

2- DEFINICIÓN DE GENERACIÓN DEL 98
            

             2.1- ¿Qué se entiende por Generación del 98? ¿Quiénes eran sus miembros?

 El nombre de "Generación del 98" designa a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social desencadenada en España por la derrota militar en la guerra contra los estadounidenses y la consiguiente pérdida de sus colonias en territorio americano (Puerto Rico, Cuba y las Filipinas) en 1898. Cabe destacar que todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876. Dichos importantes personajes innovaron en el estilo literario, la temática y, en general, la forma de entender la literatura en relación con la generación realista-naturalista anterior. 

Los miembros integrantes de dicha generación son, según Julián Marías, el cual utilizó el concepto de "generación histórica" y la fecha central de 1871 para designarlos, los siguientes, los cuales designaré en grupos por su importancia:

En primer lugar, los más importantes: 

- Miguel de Unamuno (ensayo, novela, poesía y  teatro)
- Pío Baroja (novela, teatro, ensayo)
- Valle-Inclán (teatro, novela, poesía)
- Antonio Machado (poesía, ensayo, teatro.)
- Azorín (novela, ensayo, teatro)

Finalmente, el resto de personajes pertenecientes a dicha generación,:

Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero,Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado,  y Francisco Villaespesa.- Ángel Ganivet

            2.2- Los dos grandes temas de la Generación del 98 son España y las cuestiones existenciales:

                   2.2.1- España:
                        
                   2.2.1.1- En los escritores de la Generación del 98 hay una evolución ideológica a la hora de afrontar los problemas de España. Explica en qué consiste: ¿qué diferencias hay entre las soluciones que dan cuando son jóvenes y cuando ya están en plena madurez? 

 Ante los numerosos problemas que ahogaban a España, la reacción de los escritores de dicha generación pasó por formar conciencia de la crisis que consumía a su país para posteriormente criticar los males que deben cambiarse en busca de su progreso, y formular un análisis de dichos problemas para que la población pueda tomar conciencia, al igual que han logrado hacer ellos. Una vez realizado este proceso, cayeron en la conclusión de que el atraso científico y sociocultural respecto al gran coloso europeo resultaba abismal, por lo que lucharán el resto de sus vidas por regenerar el país que tanta mano necesita. 

No obstante, con el transcurso del tiempo observan como la evolución de España está descarrilada, de modo que al final de sus vidas se rinden ante la imposibilidad del proyecto tornando sus pensamientos frente a la mediocridad del presente, en defensa de los valores que caracterizaban la España triunfadora del pasado (aquellos tiempos del imperialimso y la reconquista).
                   
            
             2.2.1.2- Cuando analices las soluciones de su madurez, explica por qué dan tanta importancias al paisaje y a la historia de Castilla. 

El intento por Europeizar España (que posteriormente tornará a favor de España, pues observarán como hay aspectos de nuestro país que deberían ser copiados por Europa; es la llamada españolización de Europa) deja  entrever los aspectos más favorables de nuestro país, de modo que comienzan a observar su autenticidad. Por ello, surge una nueva sensibilidad hacia el paisaje español, al que se considera creador del carácter y la cultura hispánica. Sus tierras fueron recorridas y descritas con una mezcla de dolor por sus problemas y amor por su belleza. De este modo, los personajes de la generación del 98 comienzan a encontrar la grandeza en el paisaje castellano, hasta entonces pasada desapercibida, otorgándole a Castilla la forjadora de la unión española, además de aportar el espíritu necesario para el progreso, pues es el símbolo de las tradiciones y los valores más profundos y puros de historia de nuestro país.

Sus descripciones resultan subjetivas e impresionistas, ya que sobre el paisaje proyectan su propia alma melancólica, y logran descubrir su interior. Así, destaca su atracción por lo austero, los lugares grises y los sobrios. Del mismo modo, rebuscarán en la hisotira de España, como representa Azorín en "Castilla" (1912) o Machado, en  "Campos de Castilla" (1912)


              2.2.1.3- ¿Cómo era para ellos el verdadero espíritu español al que habíamos renunciado     

 Ante la búsqueda del gran carácter español, es de vital importancia el concepto unamuniano de "intrahistoria", donde la generación del 98 llega a la conclusión de que la historia forma el espíritu de nuestro país, como podemos ver en numerosas obras que reviven el pasado español con sus hidalgos, sus catedrales, etc.

No obstante, el verdadero interés no se encuentra en los grandes hechos históricos, ya que en ellos no se halla la esencia del carácter español, sino en la vida, en la rutina silenciosa de los millones de hombres que día a día hacen la historia más profunda, la cual respeta y refleja la tradición española, tal y como es. 

De este modo, dicha esencia constituye una base espiritual, idealista, lejos de todo objeto material, como podemos ver en el ejemplo de Don Quijote, el cual representaba en su totalidad dicho carácter para Unamuno (queda reflejado en su obra: la vida de Don Quijote y Sancho).

       


               2.2.2- Problemas existenciales: 
                        2.2.2.1- ¿Qué temas existenciales les preocupaban esencialmente? 

 Para los noventayochistas (generación del 98), España estaba sufriendo una enorme crisis espiritual, pues la recurrencia a la fe impide la creación de una idea que guíe a todos los españoles. Por ello, reflexionan continuamente acerca de la vida humana y su sentido, adoptando una actitud transcendente, de modo que reflexionan sobre el tema de la existencia humana, el sentido de la vida, la muerte y Dios. No obstante, la manera de tratar estos y otros temas casi siempre deja una sensación de  pesimismo y melancolía en el hombre noventayochistas.




                             2.2.2.2- En líneas generales, ¿qué visión tenían acerca de la vida?

Los noventayochistas poseían una pésima visión acerca de la vida. Ésta quedaba reflejada en la manifestación de un desánimo histórico continuado, que encontramos en su mayor justificación en la humillante derrota de España frente a EEUU. Del mismo modo, los grandes avances económicos, científicos y culturales de la España del comienzo del siglo XX no cambiarían su actitud crítica y su afán regeneracionista. Mas no solo albergaban este sentimiento para España, sino para la vida en general, como podemo observar en los continuos planteamientos que se hacen acerca de la vida, la muerte, la existencia de un dios o todo lo contrario..., todas ellas cuestiones que les hacen reflexionar acerca de qué hacemos y cuál es nuestro papel en la vida.




  
3- PÍO BAROJA  
    
              3.1- Haz una rápida biografía
           


Pio Baroja, escritor español de la llamada Generación del 98, nació en San Sebastián (28 de diciembre de 1872) y murió en Madrid (30 de octubre de 1956), ciudad donde se alojaría gran parte de su vida. Allí, nuestro escritor se doctoró en medicina a través de una tesis acerca del dolor, mas fue escaso el tiempo que se dedicó a dicho oficio (brevemente en Cestona). Tras ayudar a su tía en una panadería, Pio se rodea de escritores como Azorín o Maeztu, los cuales le ayudan a encontrar su verdadera vocación, pues tras una serie de colaboraciones en diarios y revistas, publica sus primeros libros en 1900. Desde este momento, llega a publicar hasta diecisiete novelas en once años, viajando por numerosos países europeos, realizando una vida sedentaria que le ayuda a redactar sus obras. Tras ingresar en la Real Academia Española en 1935, la guerra civil le sorprende en el País Vasco, abandonando del país hasta cinco años más tarde, donde retomará su tranquila vida en la capital hasta su muerte.



    
               3.2- - Ideología:
           


                        3.2.1- Ideas sobre la vida:


                       3.2.1.1-  ¿Qué relación hay entre su idea de la vida y la teoría de la evolución de Darwin?

Baroja muestra un escepticismo religioso, y desconfía constantemente de los dogmas éticos de la sociedad. La ciencia no le proporciona las respuestas que busca a sus grandes interrogantes al sentido de la vida y del mundo, sino todo lo contrario, pues la inteligencia y la ciencia no hacen más que agudizar el dolor de vivir, dejando la vida humana sin explicaciones, sin sentido. Con ello, se combina la idea de "la lucha de la vida" (Darwin), en "la que la vida es una lucha constante, una cacería cruel en la que nos vamos devorando unos a otros", de modo que el hombre es un lobo para el hombre, por lo que está condenado al sufrimiento y a la lucha por su supervivencia en una sociedad un tanto injusta.

                       3.2.1.2-  A continuación tienes dos fragmentos de su novela más importante: El árbol de la ciencia . A través del personaje de Iturrioz, Pío Baroja expone su punto de vista. Léelos y contesta las siguientes preguntas:


 TEXTO 1



                               Andrés habló de la gente de la vecindad de Lulú, de las escenas del hospital; como casos extraños, dignos de un comentario; de Manolo el Chafandín, del tío Miserias, de don Cleto, de Doña Virginia...
—¿Qué consecuencia puede sacarse de todas estas vidas? —preguntó Andrés al final.
—Para mí la consecuencia es fácil —contestó Iturrioz con el bote de agua en la mano—. Que la vida es una lucha constante, una cacería cruel en que nos vamos devorando los unos a los otros.
Plantas, microbios, animales.
—Sí, yo también he pensado en eso —repuso Andrés—; pero voy abandonando la idea. Primeramente el concepto de la lucha por la vida llevada así a los animales, a las plantas y hasta los minerales, como se hace muchas veces, no es más que un concepto antropomórfico, después, ¿qué lucha por la vida es la de ese hombre don Cleto, que se abstiene de combatir, o la de ese hermano Juan, que da su dinero a los enfermos?
—Te contestaré por partes —repuso Iturrioz dejando el bote para regar, porque estas discusiones le apasionaban—. Tú me dices, este concepto de lucha es un concepto antropomórfico. Claro, llamamos a todos los conflictos lucha, porque es la idea humana que más se aproxima a esa relación que para nosotros produce un vencedor y un vencido. Si no tuviéramos este concepto en el fondo, no hablaríamos de lucha. La hiena que monda los huesos de un cadáver, la araña que sorbe una mosca, no hace más ni menos que el árbol bondadoso llevándose de la tierra el agua y las sales necesarias para su vida.
                               El espectador indiferente, como yo, ve a la hiena, a la araña y al árbol, y se los explica. El hombre justiciero le pega un tiro a la hiena, aplasta con la bota a la araña se sienta a la sombra del árbol, y cree que hace bien.
 —Entonces ¿para usted no hay lucha, ni hay justicia?
—En un sentido absoluto, no; en un sentido relativo, sí. Todo lo que vive tiene un proceso para apoderarse primero del espacio, ocupar un lugar, luego para crecer y multiplicarse; este proceso de la energía de un vivo contra los obstáculos del medio, es lo que llamamos lucha. Respecto de la justicia, yo creo que lo justo en el fondo es lo que nos conviene. Supón en el ejemplo de antes que la hiena en vez de ser muerta por el hombre mata al hombre, que el árbol cae sobre él y le aplasta, que la araña le hace una picadura venenosa; pues nada de eso nos parece justo, porque no nos conviene. A pesar de que en el fondo no haya más que esto, un interés utilitario ¿quién duda que la idea de justicia y de equidad es una tendencia que existe en nosotros? ¿Pero cómo la vamos a realizar?
—Eso es lo que yo me pregunto ¿cómo realizarla?
                               —¿Hay que indignarse porque una araña mate a una mosca? —siguió diciendo Iturrioz—. Bueno. Indignémonos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Matarla? Matémosla. Eso no impedirá que sigan las arañas comiéndose a las moscas. ¿Vamos a quitarle al hombre esos instintos fieros que te repugnan? ¿Vamos a borrar esa tendencia del poeta latino: “Homo, homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre? Está bien. En cuatro cinco mil años lo podremos conseguir. El hombre ha hecho de un carnívoro como el chacal un omnívoro como el perro; pero se necesitan muchos siglos para eso. 


                      1- ¿Quién sobrevive en la vida? ¿A costa de qué?


La única especie que sobrevive en la vida es aquella capaz de adaptarse al entorno, suprimiendo todas las amenazas que pueden hacerla frente. El ser humano es una de las especies más fuertes, pues dada su inteligencia es capaz de encontrar una adaptación al medio con mayor agilidad que cualquier otra especie, ya que ostenta la capacidad de razonar. No obstante, hay ciertas amenazas de la vida que no se pueden esquivar, como un grupo tan fuerte como éste. De ahí que Baroja justificase: "el hombre es un lobo para el hombre", pues al no preocuparse más que por sí mismo, es incapaz de mirar por los demás, haciéndose a sí mismo su mayor adversario. (Dicha filosofía es influenciada por Schopenhauer, quien definía la vida como una cosa oscura y ciega, potente y vigorosa, sin justicia, sin fin; una fuerza movida por la voluntad).

                       2- ¿Qué actitud adopta Iturrioz ante esas injusticias? ¿Por qué? Busca en el diccionario la palabra "ataraxia" y relaciónala con esta actitud

Iturrioz adopta una actitud indiferente ante todas aquellas injusticias, es decir, observa y respeta el curso de la vida. Para él, el hombre no es un ser justo, pues actúa realizando movimientos según su provecho. Iturrioz busca un sentido a la vida, y observa sereno su transcurso, preguntándose la forma de actuar de cada una de las especies que encuentra a su paso, todo lo contrario que el hombre "justiciero" que él define indignado, el cual aplica el sentido de dicha definición en su propio beneficio, de modo que no es justicia.

De este modo, su única salida pasa por adoptar un estado de ataraxia, es decir, una actitud serena ante cualquier mal que pueda perjudicarle, evitando de este modo las penas o temores que pueda acarrearle dicho mal .





                                                                           TEXTO 2




- Ya la ciencia para vosotros —dijo Iturrioz— no es una institución con un fin humano, ya es algo más; la habéis convertido en ídolo
—Hay la esperanza de que la verdad, aun la que hoy es inútil, pueda ser útil mañana
—replicó Andrés.
—¡Bah! ¡Utopía! ¿Tú crees que vamos a aprovechar las verdades astronómicas alguna vez?
—¿Alguna vez? Las hemos aprovechado ya.
—¿En qué?
—En el concepto del mundo.
—Está bien; pero yo hablaba de un aprovechamiento práctico, inmediato. Yo en el fondo estoy convencido de que la verdad en bloque es mala para la vida. Esa anomalía  de la naturaleza que se llama la vida necesita estar basada en el capricho, quizá en la mentira.
—En eso estoy conforme —dijo Andrés—. La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una
alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de la ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que es necesaria para la vida. ¿Se ríe usted?
—Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día, está dicho nada menos que en la Biblia.
—¡Bah!
—Sí, en el Génesis. Tú habrás leído que en el centro del paraíso había dos árboles, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso, y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste. ¿Y tú sabes lo que le dijo Dios a Adán?
—No recuerdo; la verdad.
—Pues al tenerle a Adán delante, le dijo: Puedes comer todos los frutos del jardín pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que tú comas su fruto morirás de muerte. Y Dios, seguramente, añadió: Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá. ¿No es un consejo admirable?
  


    
                  1- ¿Por qué Iturrioz (Baroja) cree que la ciencia, es decir, el conocimiento, hace al hombre más infeliz?

Según Baroja, el conocimiento y la ciencia no hacen sino agudizar el dolor de vivir, ya que la ciencia no le proporciona al hombre las respuestas ante los miles de interrogantes sobre el sentido de la vida o del mundo que acechan sus vidas, sino que les otorga una tendencia continua a mejorar que los termina destruyendo ante la falta de soluciones. Por el contrario, la mentira (o la fe) otorga al ser humano la capacidad de evadirse, de soportar un mundo repleto de interrogantes al que el ser humano no logra responder, ya que "el instinto vital necesita de la ficción para afirmarse".


                  3.2.2- Ideas sobre España:
 

                3.2.2.1-  ¿Cuáles creía que eran los males de España?

Baroja no tuvo problemas en declarar abiertamente sus opiniones sobre el país, numerando un amplio abanico de ellos, tales como: la apatía o la envidia del hombre que le impide obrar conjuntamente en un beneficio colectivo, el caciquismo o la corrupción política, la incultura, el atraso científico, o incluso el hombre abúlico, cuyo impulso vital ha quedado paralizado por la falta de fe en el mundo. (De todo ello se obtiene la razón por la cual los personajes de sus obras son seres inconformistas y con ansias de prosperar).

                3.2.2.2-  ¿Confiaba en que la política solucionara los problemas de España?¿Por qué? 

Dadas sus anteriores opiniones acerca de la ciencia y la inteligencia, Baroja no considera que los políticos sean capaces de solucionar los problemas que acechan al hombre y al país, de modo que considera a la política, en especial su corrupción, uno de los males de España.

Por ello, Baroja es partidario de una "dictadura inteligente", que pusiese al poder a un grupo de "inteligentes" capaces de mirar por un verdadero progreso para España. 
    
                3.2.2.3-  Lee estos dos fragmentos de El árbol de la ciencia y contesta a las siguientes preguntas:

                                                                       
  TEXTO 1  
     
                       
       Las costumbres de  Alcolea eran españolas puras, es decir, de un absurdo completo. El pueblo no tenía el menor sentido social; las familias se metían en sus casas, como los trogloditas en su cueva. No había solidaridad; nadie sabía ni podía utilizar la fuerza de la asociación. Los hombres iban al trabajo y a veces al casino. Las mujeres no salían más que los domingos a misa. Por falta de instinto colectivo el pueblo se había arruinado.  El pueblo aceptó la ruina con resignación.
         —Antes éramos ricos —se dijo cada alcoleano—. Ahora seremos pobres. Es igual; viviremos peor, suprimiremos nuestras necesidades. Aquel estoicismo acabó de hundir al pueblo.
        Muchas veces a Hurtado le parecía Alcolea una ciudad en estado de sitio. El sitiador era la moral, la moral católica. Allí no había nada que no estuviera almacenado y recogido: las mujeres en sus casas, el dinero en las carpetas, el vino en las tinajas. Andrés se preguntaba: ¿Qué hacen estas mujeres? ¿En qué piensan? ¿Cómo pasan las horas de sus días? Difícil era averiguarlo. Con aquel régimen de guardarlo todo, Alcolea gozaba de un orden admirable; sólo un cementerio bien cuidado podía sobrepasar tal perfección.
Esta perfección se conseguía haciendo que el más inepto fuera el que gobernara. La ley de selección en pueblos como aquél se cumplía al revés. El cedazo iba separando el grano de la paja, luego se recogía la paja y se desperdiciaba el grano.
Algún burlón hubiera dicho que este aprovechamiento de la paja entre españoles no era raro. Por aquella selección a la inversa, resultaba que los más aptos allí eran precisamente los más ineptos. En Alcolea había pocos robos y delitos de sangre: en cierta época los había habido entre jugadores y matones; la gente pobre no se movía, vivía en una pasividad lánguida; en cambio los ricos se agitaban, y la usura iba sorbiendo toda la vida de la ciudad. El labrador, de humilde pasar, que durante mucho tiempo tenía una casa con cuatro o cinco parejas de mulas, de pronto aparecía con diez, luego con veinte; sus tierras se extendían cada vez más, y él se colocaba entre los ricos.
La política de Alcolea respondía perfectamente al estado de inercia y desconfianza del pueblo.
Era una política de caciquismo, una lucha entre dos bandos contrarios, que se llamaban el de los Ratones y el de los Mochuelos; los Ratones eran liberales, y los Mochuelos conservadores.
En aquel momento dominaban los Mochuelos. El Mochuelo principal era el alcalde, un hombre delgado, vestido de negro, muy clerical, cacique de formas suaves, que suavemente iba llevándose todo lo que podía del municipio.
El cacique liberal del partido de los Ratones era don Juan, un tipo bárbaro y despótico, corpulento y forzudo, con unas manos de gigante; hombre, que cuando entraba a mandar, trataba al pueblo en conquistador. Este gran Ratón no disimulaba como el Mochuelo; se quedaba con todo lo que podía, sin tomarse el trabajo de ocultar decorosamente sus robos. Alcolea se había acostumbrado a los Mochuelos y a los Ratones, y los consideraba necesarios. Aquellos bandidos eran los sostenes de la sociedad; se repartían el botín; tenían unos para otros un “tabú” especial, como el de los polinesios. Andrés podía estudiar en Alcolea todas aquellas manifestaciones del árbol de la vida, y de la vida áspera manchega: la expansión del egoísmo, de la envidia, de la crueldad, del orgullo. A veces pensaba que todo esto era necesario; pensaba también que se podía llegar en la indiferencia intelectualista, hasta disfrutar contemplando estas expansiones, formas violentas de la vida. ¿Por qué incomodarse, si todo está determinado, si es fatal, si no puede ser de otra manera?, se preguntaba. ¿No era científicamente un poco absurdo el furor que le entraba muchas veces al ver las injusticias del pueblo? Por otro lado: ¿no estaba también determinado, no era fatal el que su cerebro tuviera una irritación que le hiciera protestar contra aquel estado de cosas violentamente?
       


                             1-¿Qué sistema político se ve reflejado en Alcolea?

En la monótona vida en Alcolea, solo dos partidos políticos se abren paso en el poder, alternándolo convenientemente cada cierto tiempo. Es el ya mencionado bipartidismo, procedente del sistema canovista desde la época de la Restauración (1874). En el texto se ven retratados los caciques, aquellos que contribuían en el amaño electoral a través de su influencia en las zonas rurales. Dicho sistema será útil para satisfacer y enriquecer la economía de los líderes de estos partidos políticos, mas obviamente no ejercen su poder en busca de lo mejor para su pueblo.


                           2-¿Los políticos son los únicos culpables de la situación del país (representado por Alcolea)? ¿Qué critica Baroja de los españoles representados por los habitantes de Alcolea?

Según Baroja, los políticos son los encargados de mantener una aparente perfección en el país, capaces de hacer creer al pueblo que son necesarios para España, y haciéndoles ver que lo hacen de forma apropiada.  La continua corrupción política y la sumisión por parte del pueblo ante estos hechos aumentan la indignación de Baroja, el cual critica sin compasión, en busca de un buen futuro para España. Para él, los ciudadanos se encuentra estancados, sin ansias de cambio, adaptándose a las malas situaciones creadas por estos políticos, adaptándose sin levantarse en busca de mejorar su país. Por esto, junto con otras razones, conducirán a la generación del 98 a la respuesta de que no existe una solución para España.
 
                     3- ¿Por qué Baroja considera que no hay solución posible para los problemas de España?

Al observar como España se gobierna por continuo sistema bipartidista, turnándose en el poder los seres más ineptos del país, los cuales absorben el dinero de los españoles con una descarada suavidad, Baroja llega a la conclusión que estos políticos, quienes deberían de responsabilizarse del progreso y del resurgir del país, se preocupan sino de su propio beneficio, de modo que jamás podrán terminar con la pobreza. Del mismo modo, Baroja contempla como los ciudadanos españoles aceptan su pobreza, y se resignan sin luchar por cambiar su situación, convenciéndose de que ésta es la mejor. Dadas estas razones, hallar una solución para España resulta complicada, y casi imposible, lo que Baroja protesta con indignación. Asimismo, considera que el ser humano es así por naturaleza, y que jamás cambiará su carácter.
 
                       4- En este fragmento Baroja hace alusión a la ataraxia como única posibilidad intelectual ante las injusticias. Di dónde aparece

Ante el complicado cambio para España, Baroja propone una única solución, la cual pasa por llegar a la "indiferencia intelectualista, hasta disfrutar contemplando estas expansiones, formas violentas de vida" ya que, ¿"por qué incomodarse si todo está determinado y no puede ser de otra manera"?. Baroja razonaba sobre la absurdez del furor que le entraba en numerosas ocasiones al ver la injusticias del pueblo, mas si era cierto que estaba determinado, ¿"no era fatal que su cerebro tuviera una irritación que le hiciera protestar contra aquel estado de cosas violentamente"?. (Todas estas frases se encuentran en las últimas seis líneas).
  


                                                                     TEXTO 2
             

       En un ambiente de fricciones,  residuo de un pragmatismo viejo y sin renovación vivía el Madrid de hace años .Otras ciudades españolas se habían dado alguna cuenta de la necesidad  transformarse y de cambiar; Madrid seguía inmóvil, sin curiosidad, sin deseo de cambio.
El estudiante madrileño, sobre todo el venido de provincias, llegaba a la corte con un espíritu donjuanesco, con la idea de divertirse, jugar, perseguir a las mujeres pensando, como decía el profesor de Química con su solemnidad habitual, quemarse pronto en un ambiente demasiado oxigenado.

      Menos el sentido religioso, la mayoría no lo tenían, ni les preocupaba gran cosa la religión; los estudiantes de las postrimerías del siglo XIX venían a la corte con el espíritu de un estudiante del siglo XVII, con la ilusión de imitar, dentro de lo posible, a Don Juan Tenorio y de vivir.
       
       La acción de la cultura europea en España era realmente restringida, y localizada a cuestiones técnicas, los periódicos daban una idea incompleta de todo; la tendencia general era hacer creer que lo grande de España podía ser pequeño fuera de ella y al contrario, por una especie de mala fe internacional.

Si en Francia o en Alemania no hablaban de las cosas de España, o hablaban de ellas en broma, era porque nos odiaban; teníamos aquí grandes hombres que producían la envidia de otros países: Castelar, Cánovas, Echegaray... España entera, y Madrid sobre todo, vivía en un ambiente de optimismo absurdo. Todo lo español era lo mejor.
Esa tendencia natural a la mentira, a la ilusión del país pobre que se aísla, contribuía al estancamiento, a la fosilificación de las ideas.

Aquel ambiente de inmovilidad, de falsedad, se reflejaba en las cátedras. Andrés Hurtado pudo comprobarlo al comenzar a estudiar Medicina. Los profesores del año preparatorio eran viejísimos; había algunos que llevaban cerca de cincuenta años explicando. Sin duda no los jubilaban por sus influencias y por esa simpatía y respeto que ha habido siempre en España por lo inútil. Sobre todo, aquella clase de Química de la antigua capilla del Instituto de San Isidro era escandalosa. El viejo profesor recordaba las conferencias del Instituto de Francia, de célebres químicos, y creía, sin duda, que explicando la obtención del nitrógeno y del cloro estaba haciendo un descubrimiento, y le gustaba que le aplaudieran. Satisfacía su pueril vanidad dejando los experimentos aparatosos para la conclusión de la clase con el fin de retirarse entre aplausos como un prestidigitador.Los estudiantes le aplaudían, riendo a carcajadas. A veces, en medio de la clase, a alguno de los alumnos se le ocurría marcharse, se levantaba y se iba. Al bajar por la escalera de la gradería los pasos del fugitivo producían gran estrépito, y los demás muchachos sentados llevaban el compás golpeando con los pies y con los basto. En la clase se hablaba, se fumaba, se leían novelas, nadie seguía la explicación;
alguno llegó a presentarse con una corneta, y cuando el profesor se disponía a echar en un vaso de agua un trozo de potasio, dio dos toques de atención; otro metió un perro vagabundo, y fue un problema echarlo. Había estudiantes descarados que llegaban a las mayores insolencias; gritaban,
rebuznaban, interrumpían al profesor. Una de las gracias de estos estudiantes era la de
dar un nombre falso cuando se lo preguntaban.
—Usted —decía el profesor señalándole con el dedo, mientras le temblaba la perilla
por la cólera—, ¿cómo se llama usted?
—¿Quién? ¿Yo?
—Sí, señor ¡usted, usted! ¿Cómo se llama usted? —añadía el profesor, mirando la lista.
—Salvador Sánchez.
—Alias Frascuelo —decía alguno, entendido con él.
—Me llamo Salvador Sánchez; no sé a quién le importará que me llame así, y si hay alguno que le importe, que lo diga —replicaba el estudiante, mirando al sitio de donde había salido la voz y haciéndose el incomodado.
—¡Vaya usted a paseo! —replicaba el otro.
—¡Eh! ¡Eh! ¡Fuera! ¡Al corral! —gritaban varias voces.
—Bueno, bueno. Está bien. Váyase usted —decía el profesor, temiendo las consecuencias de estos altercados.

El muchacho se marchaba, y a los pocos días volvía a repetir la gracia, dando como suyo el nombre de algún político célebre o de algún torero.

Andrés Hurtado los primeros días de clase no salía de su asombro. Todo aquello era demasiado absurdo. Él hubiese querido encontrar una disciplina fuerte y al mismo tiempo afectuosa, y se encontraba con una clase grotesca en que los alumnos se burlaban del profesor. Su preparación para la Ciencia no podía ser más desdichada.





Andrés Hurtado estudia medicina en Madrid (como hizo el propio Baroja), lo cual le sirve a Pío Baroja para reflexionar sobre la situación cultural y educativa del país: 

                    1- ¿Qué opinaba sobre la educación universitaria en España? ¿Cómo eran los profesores? ¿Y los alumnos? Relaciónalo con lo que antes pusiste sobre los Regeneracionistas y la Institución Libre de Enseñanza.


Al ser estudiante de medicina, Andrés pudo comprobar con sus propios ojos la incompetencia y la incultura de los estudiantes universitarios. Los profesores, todos ellos envejecidos, podían pasarse hasta cincuenta años dando clase, obviamente sin ser despedidos dadas sus influencias o por aquella simpatía y respeto que se concentraba en España por lo inútil. Del mismo modo, los alumno acudían con el espíritu donjuanesco, es decir, pasota y con ansias de disfrutar,por lo que a una universidad se acudía a cualquier cosa excepto a estudiar. Asimismo, las clases se abarrotaban de almas sin ganas de aprender, pues cada clase repetía una rutina basada en molestar y mofarse del profesor. Ese espíritu de pasotismo presente en aquellos estudiantes era la razón que demostraba la indignación de Andrés, además de al resto de españoles preocupados por la situación española de la época. Dada esta razón, ciertos intelectuales como los regeneracionistas decidieron abandonar dicho tipo de escuelas y culturalizar la base de la población con el fín de lograr todas esta situaciones deprimentes en las formaciones universitarias de los estudiantes, lo que llevaría a la fundación de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), que pueda formar aquellos nuevos hombres capaces de cambiar el país.

 
                    2- ¿La gente realmente venía a Madrid a prepararse académicamente?

Aquellos que acudían a la capital no buscaban una formación académica seria, dado que la escuela en Madrid era todo un cachondeo, por lo que los estudiantes continuaban sus estudios como búsqueda de una experiencia divertida y sin importancia (como Baroja menciona, vivir a lo don Juan Tenorio). El mal comporatmiento junto con la atmósfera de jolgorio que envolvía cada aula hacían de ella un pésimo lugar para prepararse académicamente, ya que la falta de respeto y la incultura brillaban en la mayoría de estudiantes, pues aquellos que realmente buscaban una formación se resignaban al ambiente de las escuelas españolas. 
 
                    3- ¿La gente culta y con inquietudes podía saber lo que pasaba realmente en España? ¿Por qué?


Aquellos españoles cultos, a pesar de querer  tomar constancia de su situación e intentar adquirir una idea clara acerca de su país y su respectiva posición en el resto del mundo (la cual era ser el hazmerreír de los europeos, el centro de burlas y bromas), era incapaz, pues  el método de aprendizaje en España era realmente restringido, y localizado a cuestiones técnicas, de modo que resulta difícil la obtención de una propia mentalidad para el estudiante.

 
                    4- ¿Por qué España vivía aislada culturalmente?


A pesar de que numerosos países europeos comenzaban su desarrollo, España seguía sin la necesidad de transformarse, sin curiosidad ni deseo de cambio. Esto fue provocado por la incultura que nuestro país albergaba, pues la tendencia general era hacer creer que lo grande de España podía ser pequeño fuera de ella y al contrario, de modo que nuestro país, en especial la capital, vivía un ambiente de optimismo un tanto absurdo, pues todo lo español resultaba ser lo mejor. Esta tendencia de los españoles a la mentira, a la ilusión por un país pobre que se aísla y se queda atrás, contribuía al estancamiento, al atraso y la incultura de las ideas de los ciudadanos, haciendo que en especial en las escuelas se transmita este ambiente de falsedad y egocentrismo, impidiendo el avance cultual del país.
 

              3.3- Su concepto de novela:
                    
                      3.3.1-  ¿Por qué se dice que las novelas de Baroja eran desordenadas? 


Para Baroja, la novela es un género multiforme, proteico, que lo abarca todo, una especie de cajón en el que todo cabe, la típica novela abierta (como él decía, "permeable"). La consecuencia de ello es la despreocupación por su composición, pues no es necesario un planteamiento previo, sino conseguir que lo más importante sea la naturalidad conseguida mediante la espontaneidad a la hora de escribir. Para Baroja, existe una contradicción entre escribir una novela ordenada y estructurada y presentar personajes llenos de vida, por lo que las grandes novelas serán las desordenadas, pues la vida es la sucesión fortuita de hechos desligados. No obstante, Baroja no resultaba ser tan espontáneo como él afirmaba, pues sí que se preocupaba de la construcción narrativa y, en general, sus novelas poseían una sutil línea estructural, de características muy de su propio género. Del mismo modo, a pesar de que sus novelas no quieran probar una tesis, de ellas se desprende una concepción de la vida, por lo que lo que él llama “falta de composición” o “desorganización” no son sino formas particulares de componer y de organizar la materia novelística, en busca de una mejor representación de la vida.

Por ello, ésta es la impresión superficial que producen muchas de sus novelas, pues llega a afirmar que una novela es posible sin argumento, lo que le importa son: los episodios y acontecimientos puestos unos detrás de otros, las anécdotas, las divagaciones y digresiones e incluso, la multitud de personajes ocasionales.
 
                     3.3.2- ¿Tenían muchos o pocos personajes?¿Por qué tipos de personaje muestra más simpatía?


En cuanto a personajes, las novelas de Baroja presentan una rica y variada muestra, pertenecientes a todo tipo de clases sociales, mas existe una preferencia por aquellos que resultan humildes. Además, habla de un modo escasamente positivo acerca de las clases burguesas acomodadas, pues considera a sus miembros unos señoritos ociosos e inútiles. Por otro lado, los protagonistas de sus novelas suelen ser seres marginales o enfrentados a la sociedad, a veces, cargados de frustración y otras lanzados a la acción, todos ellos combinados con una gran multitud de personajes secundarios, apenas caracterizados, que entran y salen sin previo aviso, mas que aportan con su presencia la misma impresión de variedad que se encuentra en la vida misma.

             
               3.4- Estilo:
                    
                      3.4.1- ¿En qué dos aspectos narrativos se dice que Baroja era un maestro?


Los dos aspectos en los que Baroja era considerado un maestro son la conversación y la descripción. En el primer caso, Baroja mostraba especial habilidad para informar al lector en cuanto las actitudes ante la vida de los personajes. Finalmente, nuestro escritor albergaba una gran destreza para realizar descripciones, las cuales resultaban rápidas, con pinceladas escuetas que, con unos detalles significativos, nos produ­cen una intensa impresión de realidad. Podemos hablar así de una técnica impresionista, muy distinta  a las largas descripciones de los anteriores realistas del siglo XIX.
 
                      3.4.2- ¿Cómo era su lenguaje? (Algunos incluso lo critican)


Baroja lleva al extremo la tendencia antirretórica de los noventayochistas, de modo que sus novelas no están caracterizadas por poseer frases bonitas y cargadas de recursos, ya que su preferencia pasa por conseguir un ritmo narrativo mediante la velocidad oracional. Asimismo, se arma de expresiones contundes como zarpazos, a menudo feroces, que propina sin cesar, a los que contrapunta con la inesperada aparición de una pudorosa ternura.

Baroja ha sido criticado por poseer un estilo descuidado o desaliñado, incluso incorrecto, no obstante la verdad es que posee, con algún altibajo no significativo, una prosa clara, sencilla y espontánea, con abundancia de frases cortas y muy expresiva, mostrando así la base en la que reside su novedad, en la manera de respirar tan poco tradicional que hay en su prosa, en su naturalidad.
             
              3.5- Principales novelas: Títulos de sus principales novelas y argumento resumido de El árbol de la ciencia


 Pío Baroja fue el más importante novelista contemporáneo dadas sus extraordinarias dotes como narrador. Su posterior influencia ha sido abismal, e incluso los novelistas de la posguerra siempre le reconocieron como su maestro. Fecundísimo escritor de más de sesenta obras novelísticas, tuvo que agrupar muchas de las mismas en trilogías (existen treinta y curatro triologías), cuyos títulos indican el rasgo común de las novelas que las componen, a pesar de que algunas de ellas carecen de relación entre las obras que las integran. Cabe destacar las siguientes trilogías: 

- Tierra Vasca [La casa de Aizgorri (1900), el Mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909)]

- La vida fantástica [Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de perfección (1902) y Paradox, rey (1906)]

- La lucha por la vida [La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905)]

- La raza [El árbol de la ciencia, La dama errante (1908) y La ciudad de la niebla (1909)]

- Las ciudades [César o nada (1910), El mundo es ansí (1912) y La sensualidad pervertida (1920)]


El siguiente conjunto posee cuatro novelas:

- El mar [Las inquietudes de Shanti Andía (1911), El laberinto de las sirenas (1923), Los pilotos de altura (1929) y La estrella del capitán Chimista (1929)]


Asimismo, cabe destacar una serie de 22 novelas publicadas entre los años 1913 y 1935, tituladas Memorias de un hombre de acción, además de sus memorias, publicadas en siete volúmenes desde 1944 y apodadas con el nombre de Desde la última vuelta del camino. 


RESUMEN DE El ÁRBOL DE LA CIENCIA :

Dicha obra se encuentra dividida en siete partes, mediante las cuales Baroja nos cuenta la historia de Andrés Hurtado, un joven estudiante madrileño de medicina, y toda su evolución tanto a nivel personal, como profesional y filosófico, hasta su temprana muerte. 

En la primera parte de la obra, Baroja describe el ambiente presente en el Madrid de la época (siglo XX) a través de las experiencias vividas por Andrés en la facultad de medicina, además de en la vida de a pie. En ella, nuestro protagonista compartirá experiencias con dos amigos, mas será uno de ellos (Julio Aracil) quien le otorgue la posibilidad de conocer a Lulú, una joven algo absorta de la época y muy sometida por su madre. 

A medida que la obra va avanzando, el hermano pequeño de Andrés, Luisito, contrae tuberculosis, una enfermedad mortal en la época, de modo que en búsqueda de la mejora de su salud se trasladan a valencia, en primer lugar en un pueblo rural, y posteriormente en la gran ciudad, mas finalmente termina falleciendo. Tras ello, Andrés continúa su camino frecuentando la casa de su tío, Iturrioz, con quien a menudo filosofa y discute acerca de múltiples aspectos de la vida concernientes a la atmósfera del libro, que hacen así reflexionar al lector acerca de la realidad de España (observaremos cómo Andrés defiende a la ciencia como guía del mundo, por encima de los sentimientos y la voluntades del hombre). 

Una vez terminada la carrera de medicina, nuestro protagonista decide aceptar una oferta en un plueblecillo entre Andalucía y castilla, en el cual se mostraran todos los aspectos de la vida rural de la época (caciques, corrupción política, incultura, pérdida del ansia de progresar, costumbres arcaicas...) las cuales le obligan a dimitir y trasladarse de nuevo a la capital, donde se coloca como médico de higiene, para lo que debe de tratarse con la masa social más humilde, marginada y enferma de la época.  De nuevo, Andrés retoma contacto con Aracil y Lulú, con la que establece un estrecho vínculo. 

Finalmente, Andrés se declara a Lulú, contrayendo matrimonio al poco tiempo, además de conseguir un excelente puesto de traductor para una revista científica, momento en el que verdaderamente comienza a estar feliz, alzando una vista positiva del futuro. A pesar de las advertencias de Itarrioz por que la pareja contraiga un hijo, ya que Lulú es artrítica, la mujer queda embarazada, teniendo un parto complicado en el que fallecen ambos. Así, Andrés sucumbe en una tremenda tristeza que lo conduce al suicidio a través de la "aconitina", un potente veneno que le arrebata la vida sin temor.



Sobre el Árbol de la Ciencia: El Árbol de la Ciencia



4- MIGUEL DE UNAMUNO




          4.1- Haz una rápida biografía. Presta especial atención a las distintas crisis espirituales que sufrió (cuántas y cuándo) y las consecuencias que tuvieron en su pensamiento.


Miguel de Unamuno y Jugo, escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98, nació en Bilbao, 29 de septiembre de 1864 y falleció en Salamanca, el 31 de diciembre de 1936. Estudió filosofía y letras en la universidad de Madrid (época durante la cual leyó a T. Carlyle, Herber Spencer, Friedrich Hegel y Karl Marx), donde se doctoró. Poco después accedió a la cátedra de lengua y literatura griega en la universidad de Salamanca, en la que desde 1901 fue rector y catedrático de historia de la lengua castellana. Los acontecimientos de 1914, donde Unamuno fue obligado a dimitir en su cargo académico dados sus ataques a la monarquía del Alfonso XIII, junto con su enfrentamiento contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera en, provocaron su confinamiento en Fuerteventura (1924). Más tarde, se trasladó a Francia donde vivió en exilio voluntario hasta 1930, año en que cae el régimen de Primo de Rivera, por lo que Unamuno Regresó a su cargo de rector, el cual no abandonaría hasta su muerte.

Inicialmente, sus preocupaciones intelectuales se centraron en las cuestiones éticas y los móviles de su fe, tratando de articular su pensamiento sobre la base de la dialéctica hegeliana, mas las contradicciones personales y las paradojas que afloraban en su pensamiento actuaron impidiendo el desarrollo de un sistema coherente, de modo que hubo de recurrir a la literatura para resolver algunos aspectos de la realidad de su yo. Esa angustia personal y su idea básica de entender al hombre como "ente de carne y hueso" y la vida como un fin en sí mismo se proyectaron en obras como En torno al casticismo (1895) o Mi religión y otros ensayos (1910).

Sin embargo, estas obras no parecían abarcar aspectos íntimos que formaban parte de la realidad, por lo que literaturizó su pensamiento sobre dos personajes clave de la literatura universal en la Vida de don Quijote y Sancho (1905), obra en la que apuntó que la relación entre ambos personajes cervantinos simbolizaba la tensión existente entre ficción y realidad, locura y razón, que constituye la unidad de la vida y la común aspiración a la inmortalidad.  

El siguiente paso fue la literaturización de su experiencia personal, donde observamos la oposición entre la afirmación individual y la necesidad de una ética social. El dilema planteado entre lo individual y lo colectivo, entre lo mutable y lo inmutable, el espíritu y el intelecto, fue interpretado por Unamuno como punto de partida de una regeneración moral y cívica de la sociedad española, como observamos en Niebla (1914). Él mismo se tomó como referencia de sus obsesiones del hombre como individuo: "Hablo de mí porque es el hombre que tengo más cerca". Por ello, sus personajes son problemáticos y víctimas del conflicto surgido de las fuertes tensiones entre sus pasiones, y los hábitos y costumbres sociales que regulan sus comportamientos y marcan las distancias entre la libertad y el destino, la imaginación y la conciencia. Asimismo, su obra y su vida estuvieron estrechamente relacionadas, de ahí las contradicciones y paradojas de quien Antonio Machado calificó de "donquijotesco".

Finalmente, Unamuno experimentó numerosoas crisis espirituales durante todo el trascurso de su vida, además de mantener en toda ella un continuo debate con su creencia religiosa. Por un lado, tras dos de ellas terminó perdiendo la fe en 1981 y 1990. Asimismo, una tercera crisis personal le arrebata la creencia religiosa en 1987, influenciada por la muerte de su hijo Raimundín, lo que le hará reflexionar acerca de la muete y la nada.





     (Poco antes de su muerte cuando se enfrentó a Millán Astray al inicio de la guerra civil)


Sobre Miguel de Unamuno: Miguel de Unamuno



         4.2- Ideología: 


                 
                  4.2.1-¿Creía en Dios?


 Unamuno fue profundamente religioso, mas se distanció mucho de la ortodoxia cristiana. Su pensamiento refleja la angustia por la división entre lo ideal y lo real, entre el corazón y la razón, además de mostrar una profunda preocupación por su fin personal. La fe es un problema central en su obra, mas no le interesaba la fe estática, sino la individual y personal, pues el anhelo de Dios y de la inmortalidad era tan importante como el aspecto científico-racional del individuo. Unamuno alegaba: la razón no nos da aliciente y consuelo de vida y verdadera finalidad de ésta,  mas reconoció, no obstante, que la fe tradicional no podía sostenerse ante los avances científicos modernos; la persona debe sentir la necesidad de Dios y la fe debe llegar a ser una afirmación del individuo, mas insistió en que el aspecto racional de la persona no le permite creer ciegamente. 

A pesar de sufrir una pérdida de la fe católica tras unos cuantos problemas juveniles (1881-1990), una segunda crisis a los 31 años de edad acerca de la muerte y la nada le renovó la meditación sobre los problemas espirituales, momento a partir del cual el debate entre la fe y la incredulidad le acompañará toda la vida, pues siempre albergará ne su interior un debate entre creer o no hacerlo y de qué modo. 
                  
                 4.2.2- ¿Por qué se dice que Unamuno fue un intelectual contradictorio: explica cuál era su conflicto interior a la hora de querer creer en Dios (lo llamaba el sentimiento trágico de la vida)?

Unamuno se definía a sí mismo como un hombre de contradicción y de pelea; uno que dice una cosa con el corazón y la contraria con la cabeza, y que hace de esta lucha su vida; siendo esta lucha la que él determinaba como “el sentimiento trágico de la vida". 

Por ello, como ya he explicado, Unamuno desarrollará un conflicto entre la fe y la incredulidad a lo largo de toda su vida, pues ansiaba un Dios que garantizase nuestra inmortalidad, mas esto siempre chocará con la razón, que le niega esta posibilidad. No obstante, nuestro escritor no logrará concebir una vida auténtica y plena sin su presencia, pues sólo sufriendo tendremos conciencia de que existimos. 
        
            4.3- Concepto de novela:
 
                    4.3.1 ¿Qué son las nivolas? 


Para Unamuno, la novela era un instrumento con el que se puede analizar la realidad ayudándonos a conocerla mejor. Por ello, se vio obligado a destacar su novela del resto, por lo que creó el término "nivola", neologismo creado por Miguel de Unamuno para referirse a sus propias creaciones de ficción narrativa, para representar su distancia con respecto a la novela realista imperante a finales del siglo XIX. Dicho término aparece por primera vez en Niebla (1914), obra en la que podemos observar con facilidad las características de una nivolas, entre otras, como las obras de Abel Sánchez, Amor y pedagogía o La tía Tula.

                    4.3.2- Explica las diferencias entre las novelas realistas tan de moda en el siglo anterior y las nivolas de Unamuno


Como ya he explicado, Unamuno creó el término de nivola como forma de diferenciar sus propias obras respecto de las novelas realistas vigentes en el momento, pues su forma narrativa resultaba mucho más peculiar que la de aquellas mencionadas. A pesar de no ser bien acogidas por la crítica, tuvieron gran recepción por parte del público en general, de modo que la voluntad rompedora de Unamuno respecto a la novela realista resultó satisfactoria. Las principales características de las nivolas y, por tanto, sus diferencias con las novelas tradicionales son:

-  Surge un predominio de la idea sobre la forma, al igual que en su obra poética y dramática. De hecho, novelas como Amor y pedagogía se encuentran cerca del género de la novela de tesis, cultivado por Benito Pérez Galdós o Blasco Ibáñez, entre otros.

- Prevalece un escaso desarrollo psicológico de los personajes, quienes suelen estar caracterizados por un único rasgo de su personalidad. Son personajes planos, frente a los “redondos”, con muchas facetas, de la novela realista. Los protagonistas de las nivolas son encarnaciones de una idea o una pasión, que les impedirá relacionarse con el mundo con normalidad.

- Adoptan una gestación "vivípara" (en palabras del propio Unamuno), frente a la lenta y progresiva producción de las novelas realistas ("gestación ovípara"). Así, a sus nivolas les corresponde una gestación "vivípara", es decir, un nacimiento apresurado y no precedido de una larga época de preparación, documentación y planificación.

- Predominio del diálogo y el monólogo respecto de la descripción, además de una breve ambientación realista, por lo que se acentúa el carácter abstracto y atemporal de las novelas al no detallar el lugar o la época en la que se desarrollan.

         
            4.4- Principales novelas:
                 
                     4.4.1- Niebla:



                    4.4.1.1- Explica brevemente el argumento


Dicha famosa obra de Miguel de Unamuno cuenta la historia de Augusto Pérez, un personaje solitario, filosófico, melancólico y rico que dedica su tiempo a pasear y reflexionar junto con su perro Orfeo. Una vez su madre fallece, Augusto comienza a plantearse su vida cuando, por casualidad, conoce a una pianista, Eugenia Domingo del Arco, a quien comienza a cortejar, mas es rechazado ya que la mujer tiene novio. Por ello, nuestro protagonista entabla una amistad con Rosario, una de las sirvientas de Eugenia, y comienza a cuestionarse si el sexo femenino alberga alma, además de si se puede confiar en las mujeres. Así, Augusto le pide a Eugenia que se case con él para ver cómo responde, una vez la chica pasa por una crisis con su novio, por lo que decide aceptar su propuesta de matrimonio. Sin embargo, poco antes de la boda, Pérez recibe una carta de Eugenia en la que cuenta que no desea casarse con él, sino regresar con su novio.

Tras recibir esta noticia, Augusto contempla el suicidio, mas decide ir a Salamanca a ver a Don Miguel de Unamuno. En su visita, el escritor le cuenta que no existe, sino que tan sólo es un personaje de ficción en su libro, y le advierte que está destinado a morirse, no a suicidarse. Tras una discusión entre ambos (Miguel de Unamuno alberga el papel de Dios en la vida del personaje como autor del libro), Augusto le suplica que no lo mate, regresando a su casa, un tanto confundido. Finalmente, Augusto fallece al lado de su perro Orfeo, mas no se conoce la razón por la cual sucede. Por un lado, Augusto podría haberse matado, mas por otro lado podría haberle asesinado Unamuno. En el prólogo se señala como Augusto se suicidó, no obstante Unamuno dice en el post-prólogo que él mismo decretó la muerte de su protagonista.





                    4.4.1.2-  Lee el siguiente fragmento y contesta estas preguntas:
                            
       El pobre hombre temblaba como un azogado, mirándome como un poseído miraría. Intentó levantarse, acaso para huir de mí; no podía. No disponía de sus fuerzas.
––¡No, no te muevas! ––le ordené.
––Es que... es que... ––balbuceó.
––Es que tú no puedes suicidarte, aunque lo quieras.
––¿Cómo? ––exclamó al verse de tal modo negado y contradicho.
––Sí. Para que uno se pueda matar a sí mismo, ¿qué es menester? ––le pregunté.
––Que tenga valor para hacerlo ––me contestó.
––No ––le dije––, ¡que esté vivo!
––¡Desde luego!
––¡Y tú no estás vivo!
––¿Cómo que no estoy vivo?, ¿es que me he muerto? ––y empezó, sin darse clara cuenta de lo que hacía, a palparse a sí mismo.
––¡No, hombre, no! ––le repliqué––. Te dije antes que no estabas ni despierto ni dormido, y ahora te digo que no estás ni muerto ni vivo.
––¡Acabe usted de explicarse de una vez, por Dios!, ¡acabe de explicarse! ––me
suplicó consternado––, porque son tales las cosas que estoy viendo y oyendo esta
tarde, que temo volverme loco.
––Pues bien; la verdad es, querido Augusto ––le dije con la más dulce de mis voces––, que no puedes matarte porque no estás vivo, y que no estás vivo, ni tampoco muerto, porque no existes...
––¿Cómo que no existo? ––––exclamó.
––No, no existes más que como ente de ficción; no eres, pobre Augusto, más que un producto de mi fantasía y de las de aquellos de mis lectores que lean el relato que de tus fingidas venturas y malandanzas he escrito yo; tú no eres más que un personaje de novela, o de nivola, o como quieras llamarle. Ya sabes, pues, tu secreto.
Al oír esto quedóse el pobre hombre mirándome un rato con una de esas miradas perforadoras que parecen atravesar la mira a ir más allá, miró luego un momento a mi retrato al óleo que preside a mis libros, le volvió el color y el aliento, fue recobrándose, se hizo dueño de sí, apoyó los codos en mi camilla, a que estaba
arrimado frente a mí y, la cara en las palmas de las manos y mirándome con una sonrisa en los ojos, me dijo lentamente:
––Mire usted bien, don Miguel... no sea que esté usted equivocado y que ocurra precisamente todo lo contrario de lo que usted se cree y me dice.
––Y ¿qué es lo contrario? ––le pregunté alarmado de verle recobrar vida propia.
––No sea, mi querido don Miguel ––añadió––, que sea usted y no yo el ente de ficción, el que no existe en realidad, ni vivo, ni muerto... No sea que usted no pase de ser un pretexto para que mi historia llegue al mundo...
––¡Eso más faltaba! ––exclamé algo molesto.
––No se exalte usted así, señor de Unamuno ––me replicó––, tenga calma. Usted ha manifestado dudas sobre mi existencia...
––Dudas no ––le interrumpí––; certeza absoluta de que tú no existes fuera de mi producción novelesca.
––Bueno, pues no se incomode tanto si yo a mi vez dudo de la existencia de usted y no de la mía propia. Vamos a cuentas: ¿no ha sido usted el que no una sino varias veces ha dicho que don Quijote y Sancho son no ya tan reales, sino más reales que Cervantes?
––No puedo negarlo, pero mi sentido al decir eso era...
––Bueno, dejémonos de esos sentires y vamos a otra cosa. Cuando un hombre dormido a inerte en la cama sueña algo, ¿qué es lo que más existe, él como conciencia que sueña, o su sueño?
––¿Y si sueña que existe él mismo, el soñador? ––le repliqué a mi vez.
––En ese caso, amigo don Miguel, le pregunto yo a mi vez, ¿de qué manera existe él, como soñador que se sueña, o como soñado por sí mismo? Y fíjese, además, en que al admitir esta discusión conmigo me reconoce ya existencia independiente de sí.
––¡No, eso no!, ¡eso no! ––le dije vivamente––. Yo necesito discutir, sin discusión no vivo y sin contradicción, y cuando no hay fuera de mí quien me discuta y contradiga invento dentro de mí quien lo haga. Mis monólogos son diálogos.
––Y acaso los diálogos que usted forje no sean más que monólogos...
––Puede ser. Pero te digo y repito que tú no existes fuera de mí...
––Y yo vuelvo a insinuarle a usted la idea de que es usted el que no existe fuera de mí y de los demás personajes a quienes usted cree haber inventado. Seguro estoy de que serían de mi opinión don Avito Carrascal y el gran don Fulgencio...
––No mientes a ese...
––Bueno, basta, no le moteje usted. Y vamos a ver, ¿qué opina usted de mi suicidio?
––Pues opino que como tú no existes más que en mi fantasía, te lo repito, y como no debes ni puedes hacer sino lo que a mí me dé la gana, y como no me da la real gana de que te suicides, no te suicidarás. ¡Lo dicho!
––Eso de no me da la real gana, señor de Unamuno, es muy español, pero es muy feo. Y además, aun suponiendo su peregrina teoría de que yo no existo de veras y usted sí, de que yo no soy más que un ente de ficción, producto de la fantasía novelesca o nivolesca de usted, aun en ese caso yo no debo estar sometido a lo que llama usted su real gana, a su capricho. Hasta los llamados entes de ficción tienen su lógica interna...
––Sí, conozco esa cantata.
––En efecto; un novelista, un dramaturgo, no pueden hacer en absoluto lo que se les antoje de un personaje que creen; un ente de ficción novelesca no puede hacer, en buena ley de arte, lo que ningún lector esperaría que hiciese...
––Un ser novelesco tal vez...
––¿Entonces?
––Pero un ser nivolesco...
––Dejemos esas bufonadas que me ofenden y me hieren en lo más vivo. Yo, sea por mí mismo, según creo, sea porque usted me lo ha dado, según supone usted, tengo mi carácter, mi modo de ser, mi lógica interior, y esta lógica me pide que me suicide...
––¡Eso te creerás tú, pero te equivocas!
––A ver, ¿por qué me equivoco?, ¿en qué me equivoco? Muéstreme usted en qué está mi equivocación. Como la ciencia más difícil que hay es la de conocerse uno a sí mismo, fácil es que esté yo equivocado y que no sea el suicidio la solución más lógica de mis desventuras, pero demuéstremelo usted. Porque si es difícil, amigo don Miguel, ese conocimiento propio de sí mismo, hay otro conocimiento que me parece no menos difícil que el...
––¿Cuál es? ––le pregunté.
Me miró con una enigmática y socarrona sonrisa y lentamente me dijo:
––Pues más difícil aún que el que uno se conozca a sí mismo es el que un novelista o un autor dramático conozca bien a los personajes que finge o cree fingir...
Empezaba yo a estar inquieto con estas salidas de Augusto, y a perder mi paciencia.
––E insisto ––añadió–– en que aun concedido que usted me haya dado el ser y un ser ficticio, no puede usted, así como así y porque sí, porque le dé la real gana, como dice, impedirme que me suicide.
––¡Bueno, basta!, ¡basta! ––exclamé dando un puñetazo en la camilla–– ¡cállate!, ¡no quiero oír más impertinencias...! ¡Y de una criatura mía! Y como ya me tienes harto y además no sé ya qué hacer de ti, decido ahora mismo no ya que no te suicides, sino matarte yo. ¡Vas a morir, pues, pero pronto! ¡Muy pronto!
––¿Cómo? ––exclamó Augusto sobresaltado––, ¿que me va usted a dejar morir, a hacerme morir, a matarme?
––¡Sí, voy a hacer que mueras!
––¡Ah, eso nunca!, ¡nunca!, ¡nunca! ––gritó.
––¡Ah! ––le dije mirándole con lástima y rabia––. ¿Conque estabas dispuesto a matarte y no quieres que yo te mate? ¿Conque ibas a quitarte la vida y te resistes a que te la quite yo?
––Sí, no es lo mismo...
––En efecto, he oído contar casos análogos. He oído de uno que salió una noche armado de un revólver y dispuesto a quitarse la vida, salieron unos ladrones a robarle, le atacaron, se defendió, mató a uno de ellos, huyeron los demás, y al ver que había comprado su vida por la de otro renunció a su propósito.
––Se comprende ––observó Augusto––; la cosa era quitar a alguien la vida, matar un hombre, y ya que mató a otro, ¿a qué había de matarse? Los más de los suicidas son homicidas frustrados; se matan a sí mismos por falta de valor para matar a otros...
––¡Ah, ya, te entiendo, Augusto, te entiendo! Tú quieres decir que si tuvieses valor para matar a Eugenia o a Mauricio o a los dos no pensarías en matarte a ti mismo,
¿eh?
––¡Mire usted, precisamente a esos... no!
––¿A quién, pues?
––¡A usted! ––y me miró a los ojos.
––¿Cómo? ––exclamé poniéndome en pie––, ¿cómo? Pero ¿se te ha pasado por la imaginación matarme?, ¿tú?, ¿y a mí?
––Siéntese y tenga calma. ¿O es que cree usted, amigo don Miguel, que sería el primer caso en que un ente de ficción, como usted me llama, matara a aquel a quien creyó darle ser... ficticio?
––¡Esto ya es demasiado ––decía yo paseándome por mi despacho––, esto pasa de la raya! Esto no sucede más que...
––Más que en las nivolas ––concluyó él con sorna.
––¡Bueno, basta!, ¡basta!, ¡basta! ¡Esto no se puede tolerar! ¡Vienes a consultarme, a mí, y tú empiezas por discutirme mi propia existencia, después el derecho que tengo a hacer de ti lo que me dé la real gana, sí, así como suena, lo que me dé la real gana, lo que me salga de...
––No sea usted tan español, don Miguel...
––¡Y eso más, mentecato! ¡Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y el españolismo es mi religión, y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna y mi Dios un Dios español, el de Nuestro Señor Don Quijote, un Dios que piensa en español y en español dijo: ¡sea la luz!, y su verbo fue verbo español...
––Bien, ¿y qué? ––me interrumpió, volviéndome a la realidad.
––Y luego has insinuado la idea de matarme. ¿Matarme?, ¿a mí?, ¿tú? ¡Morir yo a manos de una de mis criaturas! No tolero más. Y para castigar tu osadía y esas doctrinas disolventes, extravagantes, anárquicas, con que te me has venido, resuelvo y fallo que te mueras. En cuanto llegues a tu casa te morirás. ¡Te morirás, te lo digo, te morirás!
––Pero ¡por Dios!... ––exclamó Augusto, ya suplicante y de miedo tembloroso y pálido.
––No hay Dios que valga. ¡Te morirás!
––Es que yo quiero vivir, don Miguel, quiero vivir, quiero vivir...
––¿No pensabas matarte?
––¡Oh, si es por eso, yo le juro, señor de Unamuno, que no me mataré, que no me quitaré esta vida que Dios o usted me han dado; se lo juro... Ahora que usted quiere matarme quiero yo vivir, vivir, vivir...
––¡Vaya una vida! ––exclamé.
––Sí, la que sea. Quiero vivir, aunque vuelva a ser burlado, aunque otra Eugenia y otro Mauricio me desgarren el corazón. Quiero vivir, vivir, vivir...
––No puede ser ya... no puede ser...
––Quiero vivir, vivir... y ser yo, yo, yo...
––Pero si tú no eres sino lo que yo quiera...
––¡Quiero ser yo, ser yo!, ¡quiero vivir! ––y le lloraba la voz.
––No puede ser... no puede ser...
––Mire usted, don Miguel, por sus hijos, por su mujer, por lo que más quiera... Mire que usted no será usted... que se morirá. Cayó a mis pies de hinojos, suplicante y exclamando:
––¡Don Miguel, por Dios, quiero vivir, quiero ser yo!
––¡No puede ser, pobre Augusto ––le dije cogiéndole una mano y levantándole––, no puede ser! Lo tengo ya escrito y es irrevocable; no puedes vivir más. No sé qué hacer ya de ti. Dios, cuando no sabe qué hacer de nosotros, nos mata. Y no se me olvida que pasó por tu mente la idea de matarme...
––Pero si yo, don Miguel...
––No importa; sé lo que me digo. Y me temo que, en efecto, si no te mato pronto acabes por matarme tú.
––Pero ¿no quedamos en que...?
––No puede ser, Augusto, no puede ser. Ha llegado tu hora. Está ya escrito y no puedo volverme atrás. Te morirás. Para lo que ha de valerte ya la vida...
––Pero... por Dios...
––No hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete!
––¿Con que no, eh? ––me dijo––, ¿con que no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque
no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima...
––¿Víctima? ––exclamé. 

––¡Víctima, sí! ¡Crearme para dejarme morir!, ¡usted también se morirá! El que
crea se crea y el que se crea se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán todos los que me piensen! ¡A morir, pues!


     1- ¿Qué decisión había tomado Augusto al ir a visitar a Unamuno?¿Qué le responde Unamuno? ¿Por qué cambia Augusto de opinión? ¿Cuál es el destino que nos espera a todos según Augusto?


Augusto estaba decidido a suicidarse dados los acontecimientos en los que su prometida se fugaba con su exnovio, la persona a la que realmente deseaba y amaba. Por ello, y al pertenecer Augusto únicamente a un ente de ficción, creado y desarrollado por Unamuno, el cual decidía su voluntad y llevaba a cabo los actos que él deseaba, nuestro escritor impedía a su creación, Augusto, llevar a cabo su suicidio. 

De este modo, Augusto se niega, pues cree que él no pertenece a un mundo nivolesco ficticio, fruto de la imaginación de Miguel, sino que tiene tanta vidas como cualquier ser humano o ciudadano español. No obstante, amenaza con acabar con la vida de nuestro escritor, por lo que éste decide cambiar de idea respecto al suicidio, matándole él mismo, pues poseía el poder necesario para hacerlo. Así, Augusto vuelve a rectificar su voluntad, pues él quería morir por sí mismo y no ser asesinado por nadie, cambiando así de opinión y deseando con más intensidad que nunca poder vivir. 

Finalmente, nuestro destino, según Augusto, será morir, pues al ser entes de ficción, al igual que él, Dios dejará de soñarnos, y decidirá acabar con nosotros, pues nuestra historia es la misma que la suya, logrando permanecer vivo hasta que nuestro creador lo decida, ya que entes de ficción es lo que somos. 



                    2- Explica qué relación establece Unamuno entre la vida y una novela: ¿quién es el novelista de nuestras vidas, quiénes son los equivalentes a los personajes en la vida, somos libres los seres humanos, por qué, cuándo moriremos? 

Según Unamuno, y como bien explica en el fragmento de arriba, nuestras vidas, es decir, el día a día de cada ser humano, no son más que un guion, uno redactado a voluntad de Dios, de modo que es éste quien decide nuestra historia y y los caminos y elecciones que tomamos en ella. Por esta razón, no somos libres, pues es Dios quién decide los sucesos que nos acontecerán cada día, además de elegir nuestro destino a su propia voluntad. Así, moriremos cuando él se canse de nosotros o no encuentre ideas para continuar nuestra historia, por lo que en el fondo, somos entes de ficción pertenecientes a un mundo novelesco diseñado por Dios.

           
            4.4.2- San Manuel Bueno Mártir:


          4.4.2.1- Explica brevemente el argumento

La historia de esta novela es narrada por Ángela Carballino, una joven habitante de Lucerna de Valverde que pasó sus estudios en un colegio de monjas en el extranjero. finalizados los estudios, la mujer regresa a dicho pueblo, donde conoce al nuevo párroco, Don Manuel, mayormente conocido como San Manuel Bueno Mártir, el cual es conocido como un santo vivo, de carne y hueso.

El tiempo trascurre y el hermano de Ángela, Lázaro, rico y con un amplio bagaje cultural laico, regresa de América con el objetivo de conducir a su hermana y a su madre a este país, mas todos sus argumentos resultan en vano, rechazando su oferta y quedándose en Lucerna. 

Lázaro, que a su vez decide permanecer con su familia, tiene grandes diferencias con Don Manuel,
mas al demostrar estos una gran amistad acaban finalmente disipándose quedando ante el pueblo como dos grandes amigos. No obstante, el párroco no es totalmente sincero, ya que alberga en su interior un secreto que ambos hermanos sospechan. Por ello, antes de fallecer, Don Manuel termina confesando su escasa pero aparente fe en Dios, alegando que a pesar de que él no crea, su mayor deseo pasa por que el resto de los ciudadanos sí lo hagan, pues es tan importante creer en la vida como en lo que hay después de la muerte.

Finalmente, a petición de Don Manuel, es conducido a la Iglesia en sus últimos momentos para despedirse así de su pueblo. Tras la muerte, Lázaro visita diariamente su tumba, hasta finalmente fallecer, de modo que esta historia queda redactada por Ángela, la cual anhela que nadie termine descubriendo el secreto de Don Manuel.




          4.4.2.2- ¿Cuál es el conflicto interior de Don Manuel? 

Don Manuel, a pesar de no albergar una fe en Dios cual párroco debería poseer, entiende y tiene la esperanza de que el resto de los ciudadanos del pueblo de Lucerna si la tengan, pues considera que es tan importante creer en la vida como en lo que hay después de la muerte, de ahí que durante todo el trascusro de su vida mantenga dicho secreto a salvo, confesándoselo únicamente a aquel que creía más cercano y de fiar, Lázaro. 

          4.4.2.3-  Explica qué  relación existe entre este conflicto personal  con el sentimiento trágico de la vida de Unamuno.


El conflicto interno de Don Manuel es muy similar al de su creador, Unamuno, pues recordemos que este último también había perdido la fe en su juventud, a pesar de que en 1897 sufriera una segunda crisis existencial a partir de la cual se debatirá continuamente entre su deseo de que exista un Dios que garantice la inmortalidad y la negación racional. Así, observamos como el gran conflicto de ambos es el de anhelar una segunda vida después de la muerte, para lo que es necesario creer y tener fe. Esto es lo que él llamó el "sentimiento trágico de la vida”, tema principal de esta novela.


Sobre San Manuel Bueno Mártir: San Manuel Bueno Mártir

 

2 comentarios:

  1. Mejorable la pregunta del alma de España para el 98. lo demás bastante bien. Nota: 9,75

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