4- BENITO PÉREZ GALDÓS
4.1- VIDA E IDEOLOGÍA
4.1.1- Escribe los datos biográficos más importantes y di cómo era su ideología política:
Benito Pérez Galdós fue uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX en España y un narrador que se ha labrado un hueco en la historia literaria de nuestro país. Nacido en las Palmas el 10 de mayo de 1843, Galdós fue criado en una numerosa familia grancanaria, donde comenzó sus estudios en un avanzado colegio de la provincia. Durante la agitada vida de este personaje, numerosas aficiones como el dibujo, la música o la carrera de Derecho atrajeron su atención, mas finalmente terminó decantándose por su verdadera vocación, la escritura, la cual le permitía, a pesar de su tremenda timidez, expresar subjetivamente lo que albergaba en su interior. Por ello, una vez finalizado su bachillerato se transladó a Madrid, donde comenzó su labor periodística en "La Nación", un prestigioso periódico liberal en el que llegó a publicar más de ciento treinta artículos. Posteriormente, ese mismo año, Galdós presenció dos acontecimientos que lo marcarían de por vida: los tumultos producidos en la Noche de San Daniel, en 1865, una violenta revuelta estudiantil que enfrentó a unos universitarios con el ejército; y la sublevación de los sargentos en el Cuartel de San Gil, en 1866, y su posterior fusilamiento. Dichos sucesos los rememora en una de sus publicaciones, en la cual pronuncia: "Madrid era un infierno".
A pesar de su afición por la escritura, Galdós participó en la política, con una ideología progresista y liberal, luchando contra el fanatismo político y reivindicando la posible combinación entre el respeto y la actividad política mediante discusiones civilizadas. Por ello, participó en las filas del Partido Liberal de Sagasta (con aún en vigor los métodos caciquiles explicados en el punto 3.1.4 de la primera parte), y llegó a ser el dirigente de la coalición republicano-socialista, además de haber sido elegido como representante en las cortes de 1907 por la ciudad de Madrid. No obstante, terminó por separarse de su destino político, ya que alegaba que no era su verdadera vocación. Asimismo, intentó sumergirse en la Real Academia Española, mas no tuvo éxito.
Finalmente, Galdós acabó padeciendo una ceguera total que, junto con la incapacidad por parte del comité de premios, acorralado por las potencias políticas que deseaban el fracaso de nuestro escritor, le impidieron recibir el prestigioso y merecido Premio Nobel de Literatura en 1912, comenzó una cruda etapa económica que terminó por conducirle a la muerte el 4 de enero de 1920.
Por otro lado, cabe destacar ciertas curiosidades de dicho peculiar personaje, como el constante uso de un puro o cigarrillo (podemos observarlo en la imagen de arriba), su capacidad retentiva cerebral, que le permitía recordar fragmentos enteros de libros como el Quijote, sin apenas dificultad; o la realización de viajes ferroviarios en la clase pobre como método eficaz para encontrar diálogos que redactar en sus novelas mediante las conversaciones que él mismo escuchaba en el tren.
4.2- CLASIFICACIÓN DE SU NOVELA
4.2.1- Novelas de tesis: explica sus principales características, los errores que comete Galdós en ellas y pon algún título.
Las novelas de "tesis" o "tendencia" pertenecen al conjunto de obras de la primera época publicadas entre 1870 y 1879, en las cuales el autor estructura el relato entre dos mundos visionados de forma totalmente opuesta: la parte con personajes conservadores, intolerantes, fanáticos y enemigos de los cambios, obsesionados en retroceder al Antiguo Régimen; contra la España liberal, con ideas democráticas y científicas, obsesionados con una búsqueda incesante del progreso mediante la ciencia y el trabajo.
El afán aleccionador y la intención de Galdós por exponer conflictos ideológicos en dichas obras son, posiblemente, los causantes de que carezcan de una perfección absoluta ya que, al representar personajes simbolistas de ideas, carecen de complejidad psicológica, además de encontrar la trama un tanto simple y elemental, ubicada en lugares imaginarios e inventados, careciente todo ello de las características realistas que hacen de las novelas una atracción para la sociedad de la época. Asimismo, nuestro escritor se arma de la hipérbole (exageración), la ironía y el simbolismo en nombres de lugares y personas (como doña Perfecta), y los comentarios del narrador se vuelven constantes y con una intención moral de la obra. Además, los personajes cobran una actitud rígida y abstracta mediante la cual Galdós puede exponer sus opiniones personales, en su caso una idea política de carácter progresista, por lo que se convierten en portadores de ideas, y se dividirán en buenos y malos.
Entre las obras de dicho grupo destacamos las siguientes: "La Fontana de Oro" (1870), "el Audaz" (1871), "Doña Perfecta" (1876), "Gloria" (1876-1877), "Marianela (1878), o "La Familia de León Roch" (1879).
4.2.2- Novelas contemporáneas: explica qué cambios se producen respecto a las de tesis, qué novela se considera la primera cronológicamente y cuál la mejor.
Posteriores a las novelas de tesis, surgen las novelas "contemporáneas", grupo formado por 24 obras en las que Galdós se convierte en un observador crítico, pero imparcial de la sociedad española, en las que retrata todo tipo de clases de la sociedad madrileña (comerciantes, prestamistas, caseros, nobles, parados, mendigos...), sobre todo la media-burguesa, en toda su grandeza y su miseria, con sus utopías de cara a sus bajezas, sus lujos frente a sus pobrezas o sus comportamientos quijotescos (expresión utilizada con personas que se comportan de manera semejante a las características propias de Quijote) con sus pasiones egoístas. De este modo, ahora Galdós permite al lector sacar su propia conclusión sobre la situación social y política de la época, sin necesidad de que sea él quien se las disponga.
Con ellas, se va a limitar a corregir ciertos errores cometidos en las anteriores. A diferencia de las novelas de tesis, los personajes, que ya no son buenos (pobres, progresistas) o malos (ricos, tradicionalistas), dejan de representar un mero símbolo, adoptando personalidades complejas y bien definidas, además de poseer aspectos externos, psicológicos y lenguajes totalmente diferenciados, poblando los ambientes y espacios más diversos, retratados de una forma mucho más realista. Muchos de ellos aparecen en varias novelas, con distinta relevancia, componiendo así un complejo entramado de relaciones familiares y sociales, una de las notas distintivas del mundo novelesco de Galdós. Por otro lado, son más cercanos a la inmediata realidad, tanto en su comportamiento como en su forma de hablar, y emplean el humor, la ironía o la parodia para dar lujo a sus diálogos. Además, utiliza el monólogo interior entre los personajes de sus obras, por lo que dichas novelas se acercan más al estilo realista de la época, mas considera oportuno incluir en ocasiones la fantasía, ya que la percibe como una parte integrante más de la realidad. Por otro lado, la narración combina la primera persona verbal con la tercera del autor omnisciente, interviniendo de forma cambiante: introduciéndose en determinadas ocasiones o manteniéndose distante en otra.
Cronológicamente, este grupo comienza con la publicación de "la Desheredada" en 1881. No obstante, la novela culminante por excelencia es "Fortunata y Jacinta" (1886-1887), considerada una de las obras clave de la literatura de nuestro país, en la que nos vamos a centrar posteriormente.
4.3- FORTUNATA Y JACINTA
4.3.1- Resume su argumento: para ello céntrate en las relaciones entre Fortunata, Jacinta, Juan Santa Cruz y Maximiliano Rubí
Dicha importante obra de la literatura española, Galdós pretende representar el paradigma de la sociedad de la época, destacante como monumento de la literatura de nuestro país debido a la minuciosa descripción psíquica de los personajes, así como las reflexiones que los lectores son capaces de sacar en claro. Así, nos describe un amor magistral en el que el leyente es capaz de identificarse, y cuyas actitudes comprenderá a lo largo de la obra. Por ello, nos vamos a centrar en el relato de las relaciones de sus tres personajes principales: Juan Santa cruz, Fortunata y Jacinta.
Al comienzo de la obra, observamos como los dos primeros personajes mencionados anteriormente tienen un encontronazo inesperado, en el que brota el amor aparente entre ambos, mas solo persiste realmente en Fortunata, pues es la que verdaderamente queda impactada por dicho hombre, el cual decide abandonarla por el tercer personaje mencionado arriba, con quien contrae matrimonio, mas manteniendo las relaciones ilícitas entre ellos durante largo tiempo después del casamiento. No obstante, continuando la obra contemplamos como Fortunata queda embarazada en una de sus actividades a escondidas con Juan, quien decide entonces abandonarla, viéndose la mujer obligada a ganarse la vida emigrando a Madrid como prostituta, una vez fallecido su hijo al año de nacer.
Posteriormente, Fortunata coincide con Maximiliano, un joven muchacho que queda ensimismado por la mujer, quien desarrollará su relación con ella hasta el punto de pedirla matrimonio. A pesar de la decente vida que la pone al alcance de sus manos, la joven conserva sus atracciones hacia Juan, las cuales le impiden así enamorarse de su pretendiente, por lo que se evadirá de la situación desplazándose a un convento en el que labrar y revisionar su futuro, a petición de la tía y hermanos del muchacho. Es aquí donde tiene lugar un encuentro entre las dos protagonistas, en el que Fortunata se percata de que su amor verdadero la está buscando de nuevo. De este modo, a pesar de acceder a la proposición de Maximiliano y contraer matrimonio, recae de nuevo en la tentación sexual de su amante, quedando la mujer embarazada nuevamente, y produciendo ataques de locura en su reciente marido.
Finalmente, descubrimos como Juan contrae relaciones con Aurora, una amiga de Fortunata, engañando así tanto a ésta como a su mujer. Por ello, tras traer al mundo a un hermoso bebe, la joven decide, a pesar de su debilitado estado debido a un parto dificultoso y una celosa pelea entre ella y la nueva amante de Juan, termina falleciendo, dejando como encargado de su hijo a Jacinta, la cual consigue evadir sus frustraciones al conseguir el deseo de ser madre, abandonando de este modo y de una vez por todas a su infiel marido. Dado lo acontecido, Maximiano ingresa en un manicomio, deshecho psíquicamente por completo, donde concluye así la obra de Galdós.
4.3.2- Personajes:
- FORTUNATA
4.3.2.1- ¿Cuál es su origen social?
Fortunata
define el modelo de madrileña pobre, perteneciente a las clases sociales bajas
españolas, de carácter humilde, ingenuo e inocente mas luchadora, pues durante
el transcurso de la obra observamos cómo va evolucionando, superando cada
obstáculo que se la presenta, en busca de una vida honrada y feliz, mas
careciente de algún tipo de educación . Durante la duración de la novela,
observamos como Fortunata es abandonada por su amante con un bebe en sus
entrañas, mas posteriormente éste fallece dejando a la mujer con una
situación desesperada de la que deberá escaparse mediante la prostitución.
4.3.2.2- ¿Cómo es su relación con Santa Cruz? ¿Está
enamorada de él?
Desde
un inesperado primer encuentro al inicio de la novela, Fortunata se desespera
locamente por la piel de Juan Santa cruz, tanto en un gran deseo sexual como en una atraccion amorosa muy intensa. Fortunata
siente la necesidad svital más que sexual de mantener consigo al hombre.
Mientras mantenían relaciones, se adentra en su vida Jacinta, una humilde mujer
que se apodera de Juan, mas dichas relaciones no se terminan posterior a su
matrimonio, cometiendo así un adulterio entre ambos. No obstante, Juan se cansa
de Fortunata, abandonándola miserablemente tras haberla dejado embarazada. Tras
conocer a Maximiliano y presentarse una esperada solución a su problemas, la
mujer recae de nuevo en la insaciable atracción de Juan, contrayendo por
segunda vez un futuro niño, del que terminara haciéndose cargo Jacinta.
4.3.2.3- ¿Qué es para ella el amor?
El amor, según
nuestro personaje, pasa por un deseo incontrolable e involuntario que no
entiende de distinciones sociales o formulismos. El continuo afán de Fortunata
experimentado durante toda la obra es lograr ser una mujer honrada, y para ello
debe de encontrar al hombre que la mantenga y la de cobijo y clase. Salir de su
vida amargada y pobre es su mayor deseo, mas no con el muchacho que la vida le
concede, Maximiliano. De ahí que sufra un grave dilema en el que desea el amor
y el físico de Juan, mas él no se lo consigue dar tal y como ella lo
anhela.
4.3.2.4- ¿Qué envidia de Jacinta?
La relación de
Fortunata frente a la esposa de su amado es desde principios ambigua: por un
lado, la admira por ser una dama a la que nunca podría igualar, pues el
señorío, la dulzura y la bondad que ostenta son rasgos que la mantienen
embelesada, mas por otro la envidia por ser la persona que le ha robado a su
hombre. Del mismo modo, los adulterios sufridos por parte de éste hacen que
Fortunata sienta una terrible compasión por ella. No obstante, nuestro
personaje se siente frustrado, ya que considera que el amor de su vida la
pertenece, y no a Jacinta, sintiéndose superior a ella al ser capaz de
otrogarle hijos. Sin embargo, paradójicamente, dicho hecho será el lazo de
unión entre ambas mujeres, pues en el desenlace de la novela comprenden que no
son tan diferentes como aparentaban, además de entender al fin que sus
prioridades no son las que pensaban: Fortunata, en busca de la honradez, desea
conseguir a Juan, mas Jacinta, en el fondo, anhela la virtud de ser madre,
regalo divino que por desgracia ella no puede recibir, mas logrará sentir, al
fin, con la adopción del niño de Fortunata.
4.3.2.5- ¿Cuál es su conflicto interior en su relación con Maximiliano Rubí (en
el minuto 38 del siguiente episodio que RTVE hizo de una serie basada en la novela,
hallarás la respuesta: FORTUNATA Y JACINTA SERIE
La
postura social que Fortunata desempeña a lo largo de la obra generan una
disyuntiva difícil de solucionar: ella es una mujer con una taciturna y
desdichada vida, en la que el amor no la ha sido del todo feliz pues, a pesar
de venerar con toda su alma a Juan Santa Cruz, la caridad y bondad con la que
Maximiliano se la presenta la permite solucionar sus problemas, adquiriendo por
fin la honradez y la decencia que busca deseosamente en su vida. Por ello, a
pesar de no corresponder al muchacho, no ansía ningún mal hacia éste, mas se ve
obligada a plantearse el matrimonio en busca de una solución a sus ya
explicados anhelos. No obstante, debemos recordar que Fortunata había ejercido
la prostitución anteriormente, de ahí su conflicto interior, pues el resto de
personas podrían llegar a mofarse del muchacho por la pasada vida de la
mujer.
- JACINTA
4.3.2.6- ¿ Cuál es su origen social, qué colectivo social representa?
Jacinta es una mujer sencilla, permisiva y comprensiva mediante la cual Galdós intenta representar el modelo de mujer madrileña de la clase alta burguesa, la cual únicamente sirve para realizar labores sociales, cuidar de los hijos y mantener la casa limpia, siendo así controlada por la figura masculina. Por ello, las damas deben de soportar los "cuernos" de sus maridos, intuyendo y deduciendo las relaciones a escondidas, mas dejando que éstas sucedan, preocupándose únicamente de sus tareas.
4.3.2.7- ¿ Cómo es su relación con Santa Cruz?
Jacinta es la mujer de Juan Santa Cruz. Éste, como ya sabemos, mantiene relaciones ilícitas con Fortunata, cosa que Jacinta conoce y permite, dada su actitud permisiva. De este modo, es incapaz de mostrar al mundo la crueldad de su marido, al que en un principio observa como perfecto, permitiendo que éste la maneje la maneje a su antojo, pues en ocasiones resulta la mujer perfecta y en otras la engaña a sus espaldas. De este modo, una de las conclusiones a las que llega es a enterrar sus problemas de pareja mediante un niño, el cual le consumiría todo su tiempo libre, siendo así más tolerante a los vicios de su marido. Dado lo dicho, el final hijo que lograría cuidar gracias a la infidelidad de Juan con Fortunata, le destapará la venda de los ojos que la nublaba la realidad, dejando a su marido y centrándose en su verdadera pasión: ser madre.
4.3.2.8- ¿Cuál es su gran obsesión?
Jacinta vive anhelando poder albergar en su interior un bebe, ya que lo alberga todo excepto eso (belleza, dinero, marido, futuro), mas esto resulta imposible dada su esterilidad. Por ello, dudará en diversas ocasiones sobre la posibilidad de adoptar un niño que le otorgue la porción que su alma necesita para ser feliz de por vida. De este modo, cuando al final del relato consigue cuidar del hijo de Fortunata, fruto de la infidelidad de su marido, obtiene, al fin, su bienestar interior.
4.3.2.9- ¿Qué siente hacia Fortunata?
Jacinta intenta, mediante el humor y el desprecio del origen de Fortunata, dar una falsa impresión acerca de que el pasado de su marido la resulta indiferente, haciéndonos creer que admite en todo momento lo que él la cuenta. No obstante, los continuos engaños de su marido con Fortunata la obligan a acumular un rencor hacia la mujer, además de ser capaz de entregarle a Juan lo que ella no podía, lo cual pasa por dar a luz. De este modo, no será hasta el final de la obra cuando la mujer llega a comprender a Fortunata, dejando olvidado su rencor, reconociendo la inmoralidad que ha tenido el hombre hacia la mujer.
- JUAN SANTA CRUZ
4.3.2.10- ¿Qué grupo social representa?
Dicho personaje nace en el seno de una familia adinerada perteneciente a la alta burguesía de las clases altas madrileñas (comerciantes ricos), acostumbrado a llevar una vida de lujuria y de caprichos desde que era un niño.
4.3.2.11- ¿Cómo es su carácter?
Galdós representa a Juan Santa Cruz como un ser frívolo, engañoso, egoísta, además de indiferente, creído, careciente de escrúpulos y manipulador, al igual que numerosos adinerados de su misma clase social. Del mismo modo, resulta ser un hombre elocuente y mentiroso (al estudiar derecho lógicamente debía de serlo). Juan es el personaje central de la novela, por lo que toda la trama principal gira a su alrededor. Asimismo, es un muchacho con unos ideales mezquinos, ya que su único afán pasa por seducir y doblegar a la mujer virtuosa haciéndola fracasar en la lucha por defender su honor. Es un ser incorregible despreocupado e inmoral al mismo tiempo que un personaje falso y superficial, que logra un amor con Jacinta, mientras mantiene relaciones ilícitas con Fortunata.
De este modo,
concluimos que Juan vacila entre dos fuerzas (simbolizadas por Fortunata y
Jacinta), entre la revolución y el orden, entre la espontaneidad y el
convencionalismo, y que logra resolver sus problemas personales fácilmente por
medio de una sutil indiferencia, razón de más para categorizarle como ser
despreciable.
4.3.2.12- ¿Cómo es su relación con Jacinta?
Jacinta es la esposa de Juan Santa Cruz, engañada por su marido durante largo tiempo con Fortunata, a la cual abandona una vez queda ésta embarazada. Del mismo modo, Jacinta observa a su esposo como un ser un tanto infiel, caprichoso y mentiroso, mas se ve obligada a tragarse la verdad, ya que ante el resto de personas Juan es el típico "marido modelo" que toda mujer desearía poseer. De este modo, observamos un peculiar amor entre ambos, que en mi opinión únicamente se desean. Jacinta necesita su físico y su presencia, a la vez que él la quiere, mas la trata con el poder que, al ser un hombre adinerado, cree poseer. Por ello, concluimos que llevan una relación obligada y sin demasiado amor, ya que su matrimonio es de conveniencia, lo que provoca un deterioro de sus sentimientos con el tiempo, lo que provoca su separación al final de la novela, ya que cada uno mira por sí mismo. Del mismo modo, la relación entre ambos es de hermanos, ya qué se conocen desde pequeños. Es por ello por lo que no triunfará una relación amorosa entre ambos
4.3.2.13- ¿Cómo es su relación con Fortunata?
¿Qué simbolismo social tiene esta relación (recuerda a qué grupos sociales
pertenecen)?
Fortunata es la amante de Juan Santa Cruz (el cual, hombre rico que degusta aparecer por los barrios pobres a encontrar mujeres asequibles con las que tener el coito), a la que abandona miserable y repugnantemente una vez queda embarazada, mas este hijo enfermará y morirá poco después de nacer. No obstante, dicha relación proseguirá mucho después de quedar embarazada por primera vez, pues se repetirán los acontecimientos al final de la obra. Por ello, observamos que dicha atracción se experimenta de forma diferente en ambos personajes: por un lado, encontramos un loco amor por parte de la mujer, mas no diremos lo mismo de Juan, quien únicamente percibe una seducción física en ella (razón por la cual termina cansándose de la muchacha numerosas veces).
Por ello, al pertenecer a clases sociales tan opuestas, obsrvamos como pertenecen a dos mundos completamente distintos. Debemos recordar como los señoritos como don Juan acudían a los barrios lúgubres y pobres de las zonas pobres para poder tener relaciones sexuales con las "facilonas", pues resulta mucho mas sencillo con ellas, además de producirles cierto morbo a los muchachos. De este modo, podemos comprender como Galdós pretende hacer una reflexión en la mente del lector, exponiéndole la clara idea de la explotación de clases: los que obstentan poderes y beneficios que oprimen a la sociedad baja y pobre, motor del país (ya que son los únicos capaces de desarrollar la economía y forman la base de la sociedad. Asimismo, atendemos al detalle de Galdós al describir un personaje estéril perteneciente a la clase alta, de modo que nos da a entender que la alta sociedad es prescindible, al contrario que la baja) mas carecente de privilegios. Éste es el evidente simbolismo que representa la relación entre Juan y Fortunata.
- MAXIMILIANO RUBÍ
- Lee la presentación que Galdós hace de él antes de conocer a Fortunata y contesta a las siguientes preguntas:
4.3.2.14- ¿Es inteligente?
Dicha pregunta es un tanto polémica. Por un lado, comprobando la descripción de Galdós y observando sus actitudes como estudiante, concluimos que es una persona poco inteligente, ya que resulta un tanto ignorante a la hora de aprender. No obstante, en mi opinión, es cuestión de motivación, ya que su atracción por la carrera de medicina es prácticamente nula, además de las aclaraciones de Galdós sobre dicho personaje en cuanto a su gran admiración por los militares, recalcando el claro esmero que Maxi mostraría en el caso de poseer un cuerpo más dotado para llegar a ser soldado. Asimismo, tras observar atentamente el episodio de la serie de rtve sobre dicha novela, observamos como Maximiliano presenta un claro interés en ayudar y enseñar a Fortunata, ya que para convertirse en una mujer cauta y honrada es necesario saber leer, como método de prevención a los posibles engaños por parte de la clase dominante de la época. Del mismo modo, es un personaje con una desmesurada evolución a lo largo de la obra, lo que demuestra que es una persona con conocimientos más que de sobra para afrontar, con perspicacia, la vida en el siglo XIX español.
4.3.2.15- ¿Estudia Farmacia por vocación?
Maximiliano resulta ser un hombre un tanto sumiso en lo que respecta a decisiones del futuro, ya que olvida sus propias elecciones y prioridades para centrarse en las que le proponen los demás, dejándose guiar por los que realmente no van a sufrir las consecuencias de la opción escogida. Por ello, su hermano y un amigo creyeron conocer lo mejor para él, decidiendo apuntarle a la carrera que ambos habían estudiado en vez de pensar por los anhelos del chaval, la medicina. No obstante, en la obra se nos muestra como Maximiliano no es un joven estudioso que se decante por ninguna licenciatura en particular, de ahí los costosos esfuerzos que le conllevan sacar a delante los estudios.
4.3.2.16- ¿Qué hace su tía para que apruebe?
Su tía, doña Lupe, encargada de cobijar y cuidar del joven, realiza lo increíble para lograr que consiga la carrera. Por ello, cuando Maximiliano se pega a las sábanas lo despierta con insistencia; al no lograr retener las lecciones, la muchacha lo ayudaba a estudiar, lo apoyaba en sus desvanecimientos o días flojos; y, al observar que iría flojo al examen, se encaminaba a dialogar con los profesores, los cuales acababan aprobándole, más por pena que por esfuerzo, sin embargo para ello la mujer desvariaba exagerando monumentalmente la situación del hombrecillo.
4.3.2.17- ¿Cómo es físicamente?
De nacimiento prematuro, Maximiliano era un hombre feo, delgado, de cuerpo pequeño, endeble y no bien conformado. Su cabeza, un tanto chata, dejaba entrever unos pelos lacios y ralos, mas no durarían por muchos años, ya que sufría de alopecia. Su piel, tersa y fina, dejaba asomar un tono brillante y nítido. No obstante, su nariz, deformada y con corizas, obstruía su tabique nasal, provocando problemas respiratorios además de una pésima estética. Además, su dentadura, enferma y desigual, mostraba cada pieza dental colocada al libre albedrío, causante de sus constantes dolores bucales.
4.3.2.18- ¿Por qué miraba a los soldados desde su casa?
Desde la ventana de apartamento, Maximiliano quedaba fascinado con los alumnos del Estado Mayor, sus ropajes sus andares y su espada colgada del cinturón lo dejaban boquiabierto cada vez que aquellos pasaban bajo él, algunos incluso tan jóvenes como resultaban ser. En ocasiones, soñaba incluso despierto, creando en su cabeza batallitas o historias acerca de su posible alistamiento militar, el cual habría hecho sin dudarlo si hubiese albergado un cuerpo apropiado y talentoso. Además, en ocasiones, cuando los soldados iban al ejército con su fusil apoyado en sus hombros, nuestro protagonista corría tras ellos con el fin de verles maniobrar, donde aquel espectáculo siempre lograba asombrarle.
4.3.2.19- ¿Qué imaginaba cuando andaba solo por la calle?
Cuando el tiempo se lo permitía, Maximiliano vagaba por las calles de la ciudad absorto en sus pensamientos y ensimismado con lo que en ellas observaba. Viendo escaparates y divisando gentes, escuchando a los deambulantes que por allí hacían un inciso para cantar, o incluso mirando por las ventanas de los cafés, dejaba libre su imaginación, imaginando estar viviendo aventuras y llegando a ser otra persona. Aquella soñolienta mente que, fascinada por lo que aquellas aceras y callejones le propinaban, recopilaba información más que de sobra con la que, ya de noche, vagar entre la fantasía de un mundo feliz y reconfortante.
4.3.2.20- ¿En qué categorías encuadraba a las mujeres? ¿Cómo era su relación con ellas?
En un principio, Maximiliano no sentía especial atracción por las mujeres, mas con el tiempo comenzó a diferenciar las guapas de las que no lo eran, siguiéndolas locamente cuando veía una, y remplazándola cuando aparecía otra mejor, capaz de sustituirla. Posteriormente, Nuestro protagonista llegó a poseer tal capacidad que conseguía distinguir aquellas que eran honradas de las que obviamente no. No obstante, cuando observaba alguna con la que ya había disfrutado de agradables momentos, llegaban a repugnarle posteriormente, escondiéndose cuando las divisaba aparecer por las aceras. Sin embargo, sus diálogos con aquellas honradas mujeres resultaban demasiado escasos, pues solo de pensar que una de ellas se disponía a hablar con él, las piernas le flojeaban, impidiéndole reaccionar ni mediar palabra.
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Juan Pablo, que siempre se había equivocado en lo
referente a sí mismo y andaba por caminos torcidos, acertó al disponer que su
hermano pequeño siguiese la carrera de Farmacia. Muchas personas que no hacen
más que disparates, poseen esta perspicacia del consejo y de la dirección de
los demás, y no dando pie con bola en los destinos propios, ven claro en los
del prójimo. En tal decisión tuvo además bastante parte un grande amigo del
difunto Nicolás Rubín y de toda la familia (el farmacéutico Samaniego, dueño de
la acreditada botica de la calle del Ave María), prometiendo tomar bajo sus
auspicios a Maximiliano, llevársele de mancebo o practicante con la mira de
que, andando el tiempo, se quedase al frente del establecimiento.
Empezó Maximiliano sus estudios el 69, y su hermano y
su tía le ponderaban lo bonita que era la Farmacia y lo mucho que con ella se
ganaba, por ser muy caros los medicamentos y muy baratas las primeras materias:
agua del pozo, ceniza del fogón, tierra de los tiestos, etcétera... El pobre
chico, que era muy dócil, con todo se mostraba conforme. Lo que es entusiasmo,
hablando en plata, no lo tenía por esta carrera ni por otra alguna; no se
había despertado en él ningún afán grande ni esa curiosidad sedienta de
que sale la sabiduría. Era tan endeble que la mayor parte del año estaba
enfermo, y su entendimiento no veía nunca claro en los senos de la ciencia, ni
se apoderaba de una idea sino después de echarle muchas lazadas como si la
amarrara. Usaba de su escasa memoria como de un ave de cetrería para cazar las
ideas; pero el halcón se le marchaba a lo mejor, dejándole con la boca abierta
y mirando al cielo.
Fueron penosísimos los primeros pasos en la carrera.
La pereza y la debilidad le retenían en el lecho por las mañanas más tiempo del
regular, y la pobre doña Lupe pasaba la pena negra para sacarle de las sábanas.
Levantábase ella muy temprano, y se ponía a dar golpes con el almirez junto a
la misma cabeza del durmiente, que las más de las veces no se daba por
entendido de tal estruendo. Luego le hacía cosquillas, acostaba al gato con él,
le retiraba las sábanas con la debida precaución para que no se enfriase. El
sueño se cebaba de tal modo en aquel cuerpo, por las exigencias de la
reparación orgánica, que el despertar del estudiante era obra de romanos y una
de las cosas en que más energía y constancia desplegaba doña Lupe.
El muchacho estudiaba y quería cumplir con su deber;
pero no podía ir más allá de sus alcances. Doña Lupe le ayudaba a
estudiar las lecciones, animábale en sus desfallecimientos, y cuando le veía
apurado y temeroso por la proximidad de los exámenes, se ponía la mantilla y se
iba a hablar con los profesores. Tales cosas les decía, que el chico pasaba,
aunque con malas notas. Como no estuviese enfermo, asistía puntualmente a
clase, y era de los que traían mayor trajín de notas, apuntes y cuadernos.
Entraba en el aula cargado con aquel fardo, y no perdía sílaba de lo que el
profesor decía.
Era de cuerpo pequeño y no bien conformado, tan
endeble que parecía que se lo iba a llevar el viento, la cabeza chata, el pelo
lacio y ralo. Cuando estaban juntos él y su hermano Nicolás, a cualquiera que
les viese se le ocurriría proponer al segundo que otorgase al primero los pelos
que le sobraban. Nicolás se había llevado todo el cabello de la familia, y por
esta usurpación pilosa, la cabeza de Maximiliano anunciaba que tendría calva
antes de los treinta años. Su piel era lustrosa, fina, cutis de niño con
transparencias de mujer desmedrada y clorótica. Tenía el hueso de la nariz
hundido y chafado, como si fuera de sustancia blanda y hubiese recibido un
golpe, resultando de esto no sólo fealdad sino obstrucciones de respiración
nasal, que eran sin duda la causa de que tuviera siempre la boca abierta. Su
dentadura había salido con tanta desigualdad que cada pieza estaba, como
si dijéramos, donde le daba la gana. Y menos mal si aquellos condenados huesos
no le molestaran nunca; ¡pero si tenía el pobrecito cada dolor de muelas que le
hacía poner el grito más allá del Cielo! Padecía también de corizas y las
empalmaba, de modo que resultaba un coriza crónico, con la pituitaria echando
fuego y destilando sin cesar. Como ya iba aprendiendo el oficio, se
administraba el yoduro de potasio en todas las formas posibles, y andaba
siempre con un canuto en la boca aspirando brea, demonios o no sé qué.
Dígase lo que se quiera, Rubín no tenía ilusión
ninguna con la Farmacia. Mas no estaba vacía de aspiraciones altas el alma de
aquel joven, tan desfavorecido por la Naturaleza que física y moralmente
parecía hecho de sobras. A los dos o tres años de carrera, aquel molusco empezó
a sentir vibraciones de hombre, y aquel ciego de nacimiento empezó a entrever
las fases grandes y gloriosas del astro de la vida. Vivía doña Lupe en aquella
parte del barrio de Salamanca que llamaban Pajaritos. Maximiliano veía
desde la ventana de su tercer piso a los alumnos de Estado Mayor, cuando la
Escuela estaba en el 40 antiguo de la calle de Serrano; y no hay idea de la
admiración que le causaban aquellos jóvenes, ni del arrobamiento que le
producía la franja azul en el pantalón, el ros, la levita con las hojas de
roble bordadas en el cuello, y la espada... ¡tan chicos algunos y ya con
espada! Algunas noches, Maximiliano soñaba que tenía su tizona, bigote y
uniforme, y hablaba dormido. Despierto deliraba también, figurándose haber
crecido una cuarta, tener las piernas derechas y el cuerpo no tan caído para
adelante, imaginándose que se le arreglaba la nariz, que le brotaba el pelo y
que se le ponía un empaque marcial como el del más pintado. ¡Qué suerte tan
negra! Si él no fuera tan desgarbado de cuerpo y le hubieran puesto a estudiar
aquella carrera, ¡cuánto se habría aplicado! Seguramente, a fuerza de sobar los
libros, le habría salido el talento, como se saca lumbre a la madera frotándola
mucho.
Los sábados por la tarde, cuando los alumnos iban al
ejercicio con su fusil al hombro, Maximiliano se iba tras ellos para verles
maniobrar, y la fascinación de este espectáculo durábale hasta el lunes. En la
clase misma, que por la placidez del local y la monotonía de la lección
convidaba a la somnolencia, se ponía a jugar con la fantasía y a provocar y
encender la ilusión. El resultado era un completo éxtasis, y al través de la
explicación sobre las propiedades terapéuticas de las tinturas madres, veía a
los alumnos militares en su estudio táctico de campo, como se puede ver un
paisaje al través de una vidriera de colores.
Los chicos de la clase de Botánica se
entretenían en ponerse motes semejantes a las nomenclaturas de
Linneo. A un tal Anacleto que se las tiraba de muy fino y muy señorito, le
llamaban Anacletus obsequiosissimus; a Encinas, que era de muy corta
estatura, le llamaban Quercus gigantea. Olmedo era muy abandonado y le
caía admirablemente el Ulmus sylvestris. Narciso Puerta era feo, sucio y
mal oliente. Pusiéronle Pseudo-Narcissus odoripherus. A otro que era muy
pobre y gozaba de un empleíto, le pusieron Christophorus oficinalis y
por último, a Maximiliano Rubín, que era feísimo, desmañado y de muy cortos
alcances, se le llamó durante toda la carrera Rubinius vulgaris.
Al entrar el año de 1874, tenía Maximiliano
veinticinco y no representaba aún más de veinte. Carecía de bigote, pero no de
granos que le salían en diferentes puntos de la cara. A los veintitrés años
tuvo una fiebre nerviosa que puso en peligro su vida; pero cuando salió de ella
parecía un poco más fuerte; ya no era su respiración tan fatigosa ni sus
corizas tan tenaces, y hasta los condenados raigones de sus muelas parecían más
civilizados. No usaba ya el ioduro tan a pasto ni el canuto de brea, y sólo las
jaquecas persistían, como esos amigos machacones cuya visita periódica causa
espanto. Juan Pablo estaba entonces en el Cuartel Real, y doña Lupe dejaba a
Maximiliano en libertad, porque le creía inaccesible a los vicios por razón de
su pobreza física, de su natural apático y de la timidez que era el resultado
de aquellas desventajas. Y además de libertad, dábale su tía algún dinero para
sus placeres de mozo, segura de que no había de gastarlo sino con mucho pulso.
Inclinábase el chico a economizar, y tenía una hucha de barro en la cual iba
metiendo las monedas de plata y algún centén de oro que le daban sus hermanos
cuando venían a Madrid. En la ropa era muy mirado, y gustaba de hacerse trajes
baratos y de moda, que cuidaba como a las niñas de sus ojos. De esto le
sobrevino alguna presunción, y gracias a ella su figura no parecía tan mala
como era realmente. Tenía su buena capa de embozos colorados; por la noche se
liaba en ella, metíase en el tranvía y se iba a dar una vuelta hasta las once,
rara vez hasta las doce. Por aquel tiempo se mudó doña Lupe a Chamberí,
buscando siempre casas baratas, y Maximiliano fue perdiendo poco a poco la
ilusión de los alumnos de Estado Mayor.
Su timidez, lejos de disminuir con los años, parecía
que aumentaba. Creía que todos se burlaban de él considerándole insignificante
y para poco. Exageraba sin duda su inferioridad, y su desaliento le hacía huir
del trato social. Cuando le era forzoso ir a alguna visita, la casa en que
debía entrar imponíale miedo, aun vista por fuera, y estaba dando vueltas por
la calle antes de decidirse a penetrar en ella. Temía encontrar a alguien
que le mirara con malicia, y pensaba lo que había de decir, aconteciendo las
más de las veces que no decía nada. Ciertas personas le infundían un respeto que
casi casi era pánico, y al verlas venir por la calle se pasaba a la otra acera.
Estas personas no le habían hecho daño alguno; al contrario, eran amigos de su
padre, o de doña Lupe o de Juan Pablo. Cuando iba al café con los amigos,
estaba muy bien si no había más que dos o tres. En este caso hasta se le
soltaba la lengua y se ponía a hablar sobre cualquier asunto. Pero como se
reunieran seis u ocho personas, enmudecía, incapaz de tener una opinión sobre
nada. Si se veía obligado a expresarse, o porque se querían quedar con él
o porque sin malicia le preguntaban algo, ya estaba mi hombre como la grana y
tartamudeando.
Por esto le gustaba más, cuando el tiempo no era muy
frío, vagar por las calles, embozadito en su pañosa, viendo escaparates y la
gente que iba y venía, parándose en los corros en que cantaba un ciego, y
mirando por las ventanas de los cafés. En estas excursiones podía muy bien
emplear dos horas sin cansarse, y desde que se daba cuerda y cogía impulso, el
cerebro se le iba calentando, calentando hasta llegar a una presión altísima en
que el joven errante se figuraba estar persiguiendo aventuras y ser muy
otro de lo que era. La calle con su bullicio y la diversidad de cosas que en
ella se ven, ofrecía gran incentivo a aquella imaginación, que al desarrollarse
tarde, solía desplegar los bríos de que dan muestras algunos enfermos graves. Al principio no le llamaban la atención las mujeres
que encontraba; pero al poco tiempo empezó a distinguir las guapas de las que
no lo eran, y se iba en seguimiento de alguna, por puro éxtasis de aventura,
hasta que encontraba otra mejor y la seguía también. Pronto supo distinguir de clases,
es decir, llegó a tener tan buen ojo, que conocía al instante las que eran
honradas y las que no. Su amigo Ulmus sylvestris, que a veces le
acompañaba, indújole a romper la reserva que su encogimiento le imponía, y
Maximiliano conoció a algunas que había visto más de una vez y que le habían
parecido muy guapetonas. Pero su alma permanecía serena en medio de sus
tentativas viciosas: las mismas con quienes pasó ratos agradables le repugnaban
después, y como las viera venir por la calle, les huía el bulto.
Agradábale más vagar solo que en
compañía de Olmedo, porque este le distraía, y el goce de Maximiliano consistía
en pensar e imaginar libremente y a sus anchas, figurándose realidades y
volando sin tropiezo por los espacios de lo posible, aunque fuera improbable.
Andar, andar y soñar al compás de las piernas, como si su alma repitiera
una música cuyo ritmo marcaban los pasos, era lo que a él le deleitaba. Y como
encontrara mujeres bonitas, solas, en parejas o en grupos, bien con toquilla a
la cabeza o con manto, gozaba mucho en afirmarse a sí mismo que aquellas
eran honradas, y en seguirlas hasta ver a dónde iban. «¡Una honrada! ¡Que
me quiera una honrada!». Tal era su ilusión... Pero no había que pensar en tal
cosa. Sólo de pensar que le dirigía la palabra a una honrada, le temblaban las
carnes. ¡Si cuando iba a su casa y estaban en ella Rufinita Torquemada o la
señora de Samaniego con su hija Olimpia, se metía en la cocina por no verse
obligado a saludarlas...!
De esta manera aquel misántropo llegó a vivir más con
la visión interna que con la externa. El que antes era como una ostra había
venido a ser algo como un poeta. Vivía dos existencias, la del pan y la de las
quimeras. Esta la hacía a veces tan espléndida y tal alta, que cuando caía de
ella a la del pan, estaba todo molido y maltrecho. Tenía Maximiliano momentos
en que se llegaba a convencer de que era otro, esto siempre de noche y en la
soledad vagabunda de sus paseos. Bien era oficial de ejército y tenía una
cuarta más de alto, nariz aguileña, mucha fuerza muscular y una cabeza...
una cabeza que no le dolía nunca; o bien un paisano pudiente y muy galán, que
hablaba por los codos sin turbarse nunca, capaz de echarle una flor a la mujer
más arisca, y que estaba en sociedad de mujeres como el pez en el agua. Pues
como dije, se iba calentando de tal modo los sesos, que se lo llegaba a creer.
Y si aquello le durara, sería tan loco como cualquiera de los que están en
Leganés. La suerte suya era que aquello se pasaba, como pasaría una jaqueca;
pero la alucinación recobraba su imperio durante el sueño, y allí eran los
disparates y el teje maneje de unas aventuras generalmente muy tiernas, muy por
lo fino, con abnegaciones, sacrificios, heroísmos y otros fenómenos sublimes
del alma. Al despertar, en ese momento en que los juicios de la realidad se
confunden con las imágenes mentirosas del sueño y hay en el cerebro un
crepúsculo, una discusión vaga entre lo que es verdad y lo que no lo es, el
engaño persistía un rato, y Maximiliano hacía por retenerlo, volviendo a cerrar
los ojos y atrayendo las imágenes que se dispersaban. «Verdaderamente -decía
él-, ¿por qué ha de ser una cosa más real que la otra? ¿Por qué no ha de ser
sueño lo del día y vida efectiva lo de la noche? Es cuestión de nombres y de
que diéramos en llamar dormir a lo que llamamos despertar, y acostarse
al levantarse... ¿Qué razón hay para que no diga yo ahora mientras me
visto: 'Maximiliano, ahora te estás echando a dormir. Vas a pasar mala noche,
con pesadilla y todo, o sea con clase de Materia farmacéutica animal...?'».
______________________________________________________________________
- A continuación tienes un enlace de la serie de RTVE dedicado a su presentación: FORTUNATA Y JACINTA SERIE Después de ver el episodio, contesta a las siguientes preguntas:
4.3.2.20- ¿Cómo cambia su personalidad tras conocer a Fortunata? Compárale al inicio del episodio (que se corresponde con el texto que has leído) con el del final cuando se enfrenta a su tía.
Al comienzo de la obra, Maximiliano se corresponde con el modelo de hombre humilde y apagado, cansado de una vida monótona a la que no encuentra el sentido. No obstante, tras conocer a Fortunata, el amor nunca antes experimentado llama a su corazón, asombrado por la belleza de la muchacha y le hará armarse de coraje de una vez por todas reivindicando sus deseos ante el resto de personas. Eso hace con su tía, pues a pesar de que ésta desecha rotundamente la idea de ver a su sobrino con esa joven, pobre y sin conocimientos, Maximiliano reúne el coraje necesario para imponer sus intenciones matrimoniales con Fortunata. Asimismo, observamos cómo cambia su postura aniñada, pues al fin comprende que ostenta una edad para solucionar los problemas de cara, y no depender de, en este caso, su tía como dueña o corregidora de su propio rumbo, decidiendo por sí mismo sus intenciones, tanto si resultan buenas como desastrosas.
4.3.2.21- ¿Qué importancia tiene el amor en este cambio (fíjate en lo que dice
del amor en la conversación que tiene en la cocina con la criada)?
Maximiliano, cegado por el amor, manifiesta una intensa pasión por Fortunata, y siente una robusta frustración debido a la visión pesimista del resto de personas que lo rodean acerca de la muchacha, a la que juzgan por su pasado y su condición. No obstante, él percibe en ella un espíritu que lo completa y lo permite vivir, que le ha abierto los ojos, y con la que está dispuesto a pasar el resto de su vida. Por ello, Maximiliano cambia, descubriendo una emoción que hasta entonces no había experimentado, y que le muestra una vida que está dispuesta a acogerle.
4.3.2.22- ¿Le importa lo que la gente piense de su relación con Fortunata?
Al amar a Fortunata con locura, Maximiliano se evade del resto de la sociedad, a los que critica por fijarse en la mujer por lo que la condiciona y no por su interior, y se centra solo en lo que dicta su conciencia y su corazón: los cuales le gritan el matrimonio. De este modo, la perdona su pasado comprendiendo que fue la pobreza y la necesidad las que la guiaron, mas no el vicio, por lo que no pudo poner remedio alguno, comprendiendo que su amor es puro y sin barrera.
4.3.3- Temas:
- CONFLICTOS PERSONALES:
- Para Galdós el amor verdadero es la unión de lo físico y de lo espiritual, de manera que si falla alguno de los dos aspectos, el amor fracasa. Teniendo en cuenta esto:
4.3.3.1- ¿Por qué crees que fracasan las tres relaciones de la novela (Fortunata-Juan; Fortuna-Maxi; Jacinta-Juan)?
En primer lugar, encontramos la relación entre Fortunata y Juan, la cual es claramente inviable debido a las intenciones de cada personaje. Por un lado, tenemos a la mujer, la cual simplemente desea el amor de Juan, quien es capaz de otorgarla el satisfacción sexual que busca. No obstante, dicho joven nunca se casaría con la muchacha, pues sus clases sociales no se lo permiten, además saber que nuestro personaje disfruta el placer sexual que la mujer le otorga, mas no la ama.
En
segundo lugar, Fortunata contrae matrimonio por el simple hecho de que toda su
atmósfera la incita a ello, pues todos a su alrededor la aconsejan hacerlo
(esto podemos observarlo en el capítulo de clase de rtve, donde la boda se
asemeja más a un funeral que a una ceremonia satisfactoria y feliz.) Asimismo,
el hecho de que Maxi sea un enfermo que no se ve capaz de satisfacer los
placeres de toda dama, crea en Fortunata un deseo e amargura que no la permite
llevar una vida dichosa. Por ello, se ve impedida a rechazar el adulterio con
Juan, ya que, como podemos observar en el episodio de rtve, todo a su alrededor
la predispone a cometer una infidelidad (incluso Juan se traslada a su lado).
Si observamos el capítulo de rtve, veremos cómo Santa Cruz no se encuentra
enamorada de Fortunata, pues el simple hecho de que ella se halla casado, le
produce en su interior mayor morbo y libertad, por lo que comprobamos así que
dicha relación fracasaría inevitablemente.
Por
último, en cuanto a la última pareja, el simple hecho de contraer matrimonio con su prima, de forma interesada, con carencia de
pasión entre ambos (recordamos que se ven entre ellos como hermanos), es el causante de su desastre. Jacinta es una mujer
coaccionada por su propia consciencia, pues para llevar una vida feliz se ve
obligada a dar a luz a un hijo, cosa de lo que es incapaz, de modo que la
causará una eterna desdicha. Del mismo, modo, a pesar de no amarse, Juan es una
persona frívola e inmoral al que no le importa con quien estar con tal de
acostarse, de modo que su relación con Jacinta resulta inviable. Por tanto, es
obvio que ninguna de las relaciones van a funcionar, pues para ser feliz en un
matrimonio es necesario encontrar a la persona adecuadas que te satisfazca
tanto sentimental como sexualmente, cosa que en la época en la que se narra la
novela, es inasequible.
4.3.3.2- ¿Por qué Fortunata no puede amar a Maximiliano aunque éste la trata muy bien? (A partir del minuto 38 del episodio televisivo puedes a encontrar una respuesta)
Fortunata no encuentra en Maximiliano lo que ella busca en un hombre, por lo que es incapaz de amarle. En él, la mujer observa fealdad, además de una escasa atracción física, a pesar de poseer una personalidad de lujo. Asimismo la mujer le considera una persona aburrida, además de que sufre de numerosas jaquecas que lo convierten en un enfermo, lo que forma un lastre para la muchacha. Por dichas razones, la relación amorosa entre ellos es inasequible, además de que Fortunata está enamorada de Juan, lo que la imposibilita tener ojos para cualquier otro hombre.
4.3.3.3- ¿Por qué Fortunata se considera la verdadera mujer de Santa Cruz aunque no estén casados?
Como podemos observar tanto en episodios relacionados con la serie, como en la lectura de la novela, Jacinta es incapaz de concederle un hijo a su marido, requsito que toda mujer de la época debía poder lograr. Por ello, al ser la mujer incapaz de quedarse embarazada, dada su esterilidad, Fortunata se considera la legitima y verdadera mujer de Juan, ya que ella si que es apta, además de intuir que éste sigue enamorado de ella, cosa en la que se equivoca (en la escena de la habitación del capítulo televisivo que vimos en clase podemos visionarlo).
4.3.3.4- ¿Qué es el amor para Galdós? En el minuto 35 del episodio de televisión puedes encontrar la respuesta a esta última pregunta.
Para Galdós, el amor es un sentimiento involuntario que te dicta la conciencia, y que te permite actuar con el corazón, sin atender a las clases sociales o al poderío. Por ello, durante el capítulo, Maximiliano argumenta no poder ceder a no casarse con Fortunata, cosa que todas las personas de su alrededor desean que haga, ya que está siguiendo los dictados de su mente, lo que realmente desea hacer, y no quiere dejarse influenciar por la sociedad, negándose a que decidan por él, al contrario que en el matrimonio de Jacinta y Juan, totalmente provocado y careciente de amor.
Asimismo, advertimos como el amor pleno constituye la mezcla entre el amor espiritual y el amor físico.
- CONFLICTOS SOCIALES:
4.3.3.5- ¿Qué periodo de la historia de España se desarrolla la historia?
El
lugar en el que el argumento de la novela de Galdós se desarrolla es Madrid,
capital de una central comunidad de España, durante el siglo XIX (dicha obra se encuentra
redactada entre 1867-68) Por
ello, nuestro autor logra centrar su historia en la elaboración de un reflejo
exacto de la sociedad de nuestro país en aquella época, retratando unos
personajes perfectamente descritos, con el fin de que el lector sea capaz de
concluir una visión general de la vida en aquel entonces, además de que los
lectores del pasado fuesen capaces de concienciarse y mejorar la situación,
tanto de un modo político como social, hacia el progreso.
4.3.3.6- ¿Qué opina Galdós de la sociedad española de la época, a qué grupos sociales critica más?
Galdós concibe a la sociedad española del siglo XIX como almas hipócritas, falsas e influenciadas, ya que realizan sus acciones con el consentimiento de los demás más que por el suyo propio. Del mismo modo, nuestro país está formado por gente codiciosa y miserable, en el que el poder lo ostentan corruptos que solo miran por el poder y la riqueza, en vez de por el progreso, además de tomar gran parte de la autoridad la iglesia, más incluso que la propia política. Galdós era un hombre muy poco católico y anti eclesiástico, de modo que durante la obra hay numerosos momentos en los que se critica dicho tema (como la parte en la que doña Lupe expone su simboliza la opinión de nuestro escritor en el capítulo visto en clase). Asimismo, nuestro autor se centra en la crítica hacia las clases sociales más altas, ya que las califica como seres frívolos e inmorales que vagan a sus anchas creyéndose por encima del mundo, ya que son capaces de presumir de riquezas.
4.3.3.7- ¿Cuál es el papel de la mujer en esa sociedad?
La
mujer del siglo XIX tenía una clara labor en la sociedad: cuidar y obedecer al
hombre. Por ello, mientras éste es el encargado de trabajar y mantener
económicamente a la familia, la mujer debe dar a luz, hacerse cargo de los
hijos, realizar diversas labores sociales, y convertirse en la reina del hogar,
manteniendo una limpieza impecable, además de lavar y preparar los ropajes del
hombre. Por tanto, la dama debe cocinar diversos alimentos para el marido, y
comprobar que todo se encuentre correctamente en lo respectivo a la vida
cotidiana, con tal de satisfacer la comodidad del esposo, además de aportarle
el placer sexual siempre que él lo requiera. (Del mismo modo, podemos observar
como el trabajo de sirvienta, muy habitual en la época, es desarrollado
exclusivamente por mujeres.)
De este modo, la Iglesia le asignó la misión de disciplinar al esposo y educar a los hijos en valores católicos. Virtudes como el trabajo, la honradez, la responsabilidad, el ahorro y la limpieza debían ser transmitidas por las mujeres en su hogar. Este ideal femenino continuó, en lo fundamental, vigente durante la primera mitad del siglo XX. Asimismo, se le asigna a la mujer el rol de enfermera del hogar, responsable de la salud y productividad de todos sus miembros.
Sobre la mujer
: Los ideales femeninos
4.3.3.8- ¿Qué simbolismo social tiene el hecho de que Fortunata le dé a Santa Cruz el hijo que no le puede dar Jacinta, qué crees que simboliza ese niño?
En
primer lugar, cabe destacar que tanto Juan como Fortunata pertenecen a clases
sociales muy distintas, ya que en una pirámide social, cada uno se encontraría
en el extremo opuesto. Por ello, mediante su embarazo, Fortunata demuestra que
las leyes de la naturaleza son superiores a las de la sociedad, pues se ve
tentada por el deseo de Juan, mas se ve obligada a casarse con Maxi para
adquirir una estabilidad social. Posteriormente, al entregarle su hija a
Jacinta, Galdós nos muestra como el amor y la generosidad entre los seres
humanos posibilitará una mayor igualdad y justicia social, de modo que si Fortunata no había sido aceptada por los Santa Cruz por motivos de origen
social, si lo va a ser su hijo, producto del amor que ella sentía por Juan. Por
ello, el niño representa como en el amor no hay fronteras sociales ni bienes
materiales, reflexión que Galdós nos expone mediante esta novela.
4.3.3.9- En la escena que tiene Maximiliano con la criada (minuto 34), expresa su opinión sobre los señoritos que como Santa Cruz se aprovechan de las mujeres pobres, ¿qué opina de ellos?
Maximiliano acusa a los señoritos, personajes pertenecientes a las clases
altas de la sociedad española de la época, de ser hombres frívolos, inmorales y
corrompidos que obligan a las mujeres a ejercer labores que realmente no
desean, las cuales deben de sufrir los ataques de la miseria y la pobreza
mientras los ricos se beneficia de ellas, usándolas como un objeto de usar y
tirar que les permite satisfacerse sexualmente. Así, abandonadas a su propia
suerte, una vez manipuladas deben de realizar todo tipo de barbaridades con el
fin de emerger de la pobreza, por lo que posteriormente son juzgadas y
criticadas, siendo esto de lo que nuestro personaje se indigna.
Luego en el minuto 40 habla de las causas que provocan que mujeres como Fortunata se prostituyan, ¿cuáles son?
Observando el
capítulo, Maximiliano nos hace ver cómo, al verse las mujeres sumidas en la
pobreza, una vez sido utilizadas y abandonadas por los señoritos ricos, deben
de sumergirse en actividades deshonrables, por el propio beneficio de su
futuro, ya que es una de las maneras más sencillas de escapar de la miseria.
Por ello, Maximiliano expone la necesidad del dinero como medio de evitar estos
casos, ya que en este mundo corrupto e interesado, la única forma de conseguir
honradez en mediante la riqueza y el poder..
4.3.3.10- Efectivamente Maximiliano trata a Fortunata como nadie lo ha hecho y menos Santa Cruz (fíjate en que se preocupa por enseñarla a leer). Por otro lado, en la conversación con la criada, (minuto 34) Maximiliano se esfuerza en tomarle la lección y le explica la necesidad de aprender a leer (cosa que en una mujer era muy moderno para la la época). Por tanto, a través del personaje de Maximiliano (típico representante de la escasa clase media de la España de la Restauración), Galdós nos habla de la importancia que debe tener este grupo social en la resolución de las injusticias sociales del país ¿Cuál crees que debe ser el papel de la clase media para ayudar a acabar con esas injusticias?
La clase media debe suponer de puente hacia las clases mas bajas, pues al carecer éstas de recursos, debe de aprender de sus superiores para poder evolucionar y terminar con la pobreza. Por ello, los escalafones intermedios, que son capaces de ostentar mayor cultura y recursos, deben de contribuir con la sociedad para que ésta evolucione. Es por ello por lo que Maximiano se esfuerza en enseñar a Fortunata a leer, o en hacerla comprender a la criada cuales deben ser sus objetivos, todo con el fin de que ambas se conviertan en mujeres honradas y adquieran mayor prestigio en la sociedad.
5- LEOPOLDO ALAS "CLARÍN": LA
REGENTA
5.1- VIDA E IDEOLOGÍA:
5.1.1- escribe los
datos biográficos más importantes y di cuál era su ideología política:
Leopoldo Alas y Ureña, apodado y conocido con el
seudónimo de "Clarín", fue un importante novelista en la historia de
la literatura española. Nacido en Zamora, el 25 de abril de 1852, era de
familia asturiana, mas creció y pasó su vida en Oviedo, lugar que guardaría un
estrecho lazo con la creación de su obra magistral, "La Regenta". Fue
en dicho lugar donde se formó como estudiante, obteniendo brillantes
calificaciones en todos los campos, descubriendo desde bien joven su ardiente
afición por la literatura, además de una apasionante destreza para el teatro y
el periodismo crítico.
Posteriormente, los actos presenciados en 1868,
durante la revolución, los cuales despertarían su postura por la causa
republicana y liberal (al igual que Galdós), junto con sus años en la capital
(1871-1882), donde estudió filosofía y se doctoró en leyes, le otorgaron el
privilegio de poseer un contacto directo con el círculo intelectual krausista,
cuya influencia, en especial de su profesor Francisco Giner de los Ríos, le
concedieron un apoyo decisivo en su futura formación.
Asimismo, comenzó su carrera periodística (1875)
mediante la publicación de sus artículos literarios y satíricos, principalmente
en la revista Madrid Cómico, alcanzando con ella gran popularidad, además de
cierta enemistad debido a su tremenda virulencia. Tras contraer matrimonio en
1883, se trasladó a la capital asturiana, donde comenzó su trayectoria de
profesor enseñando derecho romano, además de emprender la redacción de "La
Regenta", dando por concluido el primer volumen en 1884, tras el que dio
paso a una serie de "Folletos Literarios", obra formada por ocho
opúsculos, publicados entre 1886 y 1891.
Finalmente, sus miles de artículos filosóficos o
políticos lo convierten en el mayor crítico literario de su tiempo, además de
una figura respetada. No obstante, su ideología progresista y su adscripción al
Krausismo lo vinculan con la voluntad de mejorar y superar la cultura
tradicional del país. Sin embargo, el sentimiento de no ocupar ningún sitio en
la sociedad de la época, junto con su desprecio ante la clase burguesa, le
permitieron recapacitar sobre el lazo entre el progreso social y el auge moral
del hombre, guiándose de esta nueva orientación para finalizar la redacción de
su obra, en la que expone sus ideales sobre la interioridad humana, criticando
la falsedad, la impostura, y la hipocresía de la sociedad española del siglo
XIX. Por último, Leopoldo comenzó un periodo de arrastre de una enfermedad que
terminaría con su vida el 13 de junio de 1901, dando por finalizada la vida de
dicho peculiar e importante personaje.
5.2- LA REGENTA:
- En el siguiente enlace tienes la
versión que RTVE hizo de la novela. Son tres capítulos aunque con el último
tendréis suficiente para haceros una idea de la novela:LA
REGENTA SERIE
5.2.1- Resume su argumento: para ello céntrate en las relaciones entre Ana
Ozores, Fermín de Pas, Álvaro Mesía y Víctor Quintanar.
La importancia de dicha obra
literaria reside en la abismal capacidad de este profesor para la creación de
una novela poseyente de una base moral y reflexiva totalmente cautivante para
el lector. De este modo, Clarín pretende retratarnos una visión general de la
sociedad española del siglo XIX, con sus grandezas y sus minucias,
mostrándonos una pequeña ciudad asturiana mediante la cual nos expone las
características de una insustancial localidad repleta de envidia, corrupción e
hipocresía, en la que el poder divino tiene más peso que el político. Asimismo,
nos muestra un escalafón social basado en la avaricia, el materialismo, la
incultura y la mezquindad de sus integrantes.
Para representar este reflejo de la sociedad, Clarín centra su argumento en un triángulo amoroso entre los tres personajes principales de la obra: doña Ana Ozores (la regenta), Fermín de Pas (el Magistral), y don Álvaro Mesía.
Al comienzo de la novela, se nos presenta a doña Ana, una joven y bella mujer, crecida en el seno de una familia sin amor debido a la ausencia de sus padres, casada con don Víctor, un hombre mucho mayor que ella que ocupa el puesto de exregente de la ciudad, mediante un matrimonio de conveniencia, lo que genera más un sentimiento de amistad y agradecimiento que de amor conyugal. Se convierte entonces en una mujer solitaria y frustrada, que lleva una vida monótona además de aburrida, que anhela algo mejor y desconocido, deseando dejar de ser el centro de todas las envidias, pues carece de amiga alguna. De este modo, la mujer logra un medio de evasión en la iglesia, donde entra a formar parte de la acción Fermín, el confesor de la muchacha, el cual escucha con atención las frustraciones e insatisfacciones, que con el tiempo resulta enamorarse de ella, mas su puesto clerical le impide poseer vínculos más que sentimentales con la mujer.
A pesar de su liberación religiosa, doña Ana sigue insatisfecha sexualmente, ya que su vetusto marido es incapaz de consolarla en ese aspecto, por lo que dicho vacío es aprovechado por un atractivo galán, llamado Álvaro, el cual logra despertar en la mujer sus ansias de fuga. De este modo, ambos inician una relación adúltera a escondidas, que se mantiene durante largo tiempo hasta que son delatados por una de las criadas.
Finalmente, una vez consciente don Víctor de la infidelidad, reta al amante en duelo como forma de recuperar de nuevo su honradez. No obstante, dicha batalla con pistolas es vencida por Álvaro, el cual abandona la ciudad dejando al exregente herido de muerte. Una vez fallecido, termina la obra, dejando a la Regenta aún más hundida que en su comienzo, pues ahora había descuidado toda su honestidad, convirtiéndose así en el juguete crítico del pueblo.
5.2.2- Personajes:
- ANA OZORES (LA REGENTA)
5.2.2.1- ¿Cómo es su carácter, en qué se diferencia
del resto de vetustenses?
Doña Ana es una
joven mujer sencilla, soñadora y sensible, que carece del cariño que desearía ostentar.
Casada con el exregente de la ciudad (don Víctor Quintanar, de ahí su seudónimo
de "la Regenta") por exigencias familiares, la mujer se siente
incomprendida, por lo que intenta evadirse de la vulgaridad de Vetusta, en la
que muchos ciudadanos la envidian. Por ello, obtendrá el amor que escaseaba en
don Álvaro, quien logra satisfacerla en todos los sentidos, y el deseo
espiritual en Fermín. Asimismo, lleva una vida exaltada, y es presa de
constantes crisis nerviosas, producto de sus recuerdos (como podemos observar en
el capítulo 3 de rtve en su comienzo, donde Ana yace en la cama, sufriendo uno
de estos episodios). Por ello, concluimos que su peculiar carácter hacia dicha
ciudad asturiana y sus habitantes será lo que la diferencien del resto.
Asimismo, La añoranza de su madre, los intentos por suplir su ausencia, la malicia y malos tratos del aya y su amante, la ausencia del padre, la soledad, la educación despótica a la que estuvo sometida, además de las respuestas que Ana elabora frente a las dificultades que le pone la vida, constituyen todos los causantes de su actual carácter vehemente.
5.2.2.2- ¿Por qué no es feliz en Vetusta y en su
matrimonio?
Dada la frivolidad y la hipocresía de
dicha ciudad asturiana, doña Ana se siente incomprendida, incómoda y careciente de amistades, por
lo que su felicidad en dicho lugar será inviable. Del mismo modo, la
incapacidad de su marido por atenderla más sexual que sentimentalmente, harán
crecer en ella un anhelo amoroso necesario de suplantar, razón por la cual
caerá a las irresistibles tentaciones del seductor don Álvaro Mesía. (No
obstante, este sentimiento era recíproco, pues don Víctor también se sentía atraído
por su criada Petra, alusiones que se nos muestran dos veces en el episodio de
rtve). Todo ello, creara una infelicidad en la mujer que la harán transcurrir
los días a disgusto.
5.2.2.3- ¿ Qué busca en su relación con el
Magistral?
Hastiada de la vida en Vetusta, doña Ana
procura encontrar en el Magistral la confianza necesaria mediante la cual pueda
confesarle sus más íntimos sentimientos, con la total fiabilidad de que los
archivará y los portará consigo lo más confidencialmente posible. De este modo,
encontrará una persona de fiar que la podrá aconsejar, además de tratar de
hacerla aguantar en la ciudad de un modo más ameno y afable.
5.2.2.4- ¿ Y con Álvaro Mesía?
Ana busca en la religión un medio de purificación
espiritual y de sublimizar sus necesidades sexuales y reproductivas mas, frustrada, incomprendida y careciente de cariño, la
mujer va a encontrar la forma de satisfacer sus necesidades, tanto sexuales
como sentimentales, con don Álvaro, el cual le otorga el apego que que su
envejecido esposo es incapaz de proveerla, aparte de no ser un amor
correspondido.
- FERMÍN DE PAS (EL MAGISTRAL)
- Te puede ayudar el siguiente texto:
léelo y contesta las siguientes preguntas:
5.2.2.5- ¿Tiene auténtica vocación
religiosa?
Dada la imposición de su madre, Fermín se vio obligado
a ejercer de sacerdote, ya que de este modo esperaba escabullirse de un futuro
pobre y miserable, mas no era esa su verdadera vocación, por lo que presentaba
una religiosidad fría e intelectualizada.
5.2.2.6- ¿Para qué utiliza su puesto en la Iglesia?
Mediante su puesto
sacerdotal, Fermín fue capaz de atraer, de forma pausada e inteligente, todas las
almas creyentes de la ciudad asturiana. De este modo, lograba conocer el
interior de las personas que podían llegar a servirle, cautivando astutamente a
las damas de Vetusta que habían llegado a considerarle el mejor confesor de la
provincia, logrando visionar un perfil general de todos los ciudadanos que la
componían. Así, Fermín conocía sus secretos más íntimos, tanto de los
pertenecientes a las clases altas como bajas de la sociedad, pudiendo en
determinadas ocasiones beneficiarse de sus enriquecedoras confesiones, a pesar
de considerarles a todos ellos seres despreciables y redundantes.
5.2.2.7- ¿Qué significa que conocía una "Vetusta
subterránea"?
Fermín llegó a conocer los secretos más internos de
cada ciudadano, logrando comprender hasta el más mínimo detalle de la vida de
cada alma que poblaba Vetusta, llegando a entrar así en la consciencia de cada
uno de sus habitantes, además de hasta en sus respectivos hogares.
5.2.2.8- ¿Qué significaría para él convertirse en el
confesor de la Regenta?
Para Fermín, convertirse en el confesor de
la Regenta supondría poseer un tesoro que ansiaba con toda su alma. El
sacerdote, enamorado de esta mujer, tomaría la libertad de reunir una confianza
con ella, logrando aconsejarla a su beneficio según sus intenciones, además de
lograr así conocer todos los dilemas y tentaciones de doña Ana
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El Magistral conocía una especie de Vetusta subterránea: era la ciudad oculta de las conciencias. Conocía el interior de todas las casas importantes y de todas las almas que podían servirle para algo. Sagaz como ningún vetustense, clérigo o seglar, había sabido ir poco a poco atrayendo a su confesonario a los principales creyentes de la piadosa ciudad. Las damas de ciertas pretensiones habían llegado a considerar en el Magistral el único confesor de buen tono. Pero él escogía hijos e hijas de confesión. Tenía habilidad singular para desechar a los importunos sin desairarlos. Había llegado a confesar a quien quería y cuando quería. Su memoria para los pecados ajenos era portentosa.
Hasta de los morosos que tardaban seis meses o un año en acudir al tribunal de la penitencia, recordaba la vida y flaquezas. Relacionaba las confesiones de unos con las de otros, y poco a poco había ido haciendo el plano espiritual de Vetusta, de Vetusta la noble; desdeñaba a los plebeyos, si no eran ricos, poderosos, es decir, nobles a su manera. La Encimada era toda suya; la Colonia la iba conquistando poco a poco. Como los observatorios meteorológicos anuncian los ciclones, el Magistral hubiera podido anunciar muchas tempestades en Vetusta, dramas de familia, escándalos y aventuras de todo género. Sabía que la mujer devota, cuando no es muy discreta, al confesarse delata flaquezas de todos los suyos.
Así, el Magistral conocía los deslices, las manías, los vicios y hasta los crímenes a veces, de muchos señores vetustenses que no confesaban con él o no confesaban con nadie.
A más de un liberal de los que renegaban de la confesión auricular, hubiera podido decirle las veces que se había embriagado, el dinero que había perdido al juego, o si tenía las manos sucias o si maltrataba a su mujer, con otros secretos más íntimos. Muchas veces, en las casas donde era recibido como amigo de confianza, escuchaba en silencio las reyertas de familia, con los ojos discretamente clavados en el suelo; y mientras su gesto daba a entender que nada de aquello le importaba ni comprendía, acaso era el único que estaba en el secreto, el único que tenía el cabo de aquella madeja de discordia. En el fondo de su alma despreciaba a los vetustenses. «Era aquello un montón de basura». Pero muy buen abono, por lo mismo, él lo empleaba en su huerto; todo aquel cieno que revolvía, le daba hermosos y abundantes frutos.
La Regenta se le presentaba ahora como un tesoro descubierto en su propia heredad. Era suyo, bien suyo; ¿quién osaría disputárselo?
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5.2.2.9- Lee el siguiente fragmento que muestra a
Fermín de Pas mirándose en el espejo mientras se lava y contesta a
las preguntas: ¿Por qué dice que miraba con tristeza sus músculos de
acero? ¿Qué conflicto interior muestra este fragmento? ¿Por qué se siente en la
necesidad de vestirse poniéndose cuanto antes la ropa de cura?
En primer lugar, vemos como nuestro protagonista se
observa frente al espejo, ensimismado por su robusto cuerpo y sus forzudos
brazos, los cuales le obligan a recordar la inútil actividad que desempeñan en
el presente, todo lo contrario que en sus años mozos, en los cuales vagaba por
los campos joven y boyante. Asimismo, los recuerdos de un pasado feliz, en el
que libremente actuaba a sus anchas, causan en el personaje una sensación
incómoda, ya que la vida del pasado es incompatible con sus actividades en la
actualidad, las cuales no añora o aprecia como aquellas. De este modo, cada
minuto que Fermín pasa sin sus ropajes de sacerdote, lo conmueven, forzándolo a
desear una vida que ya no puede ostentar. Así, una vez se encuentra vestido de
nuevo, su cerebro se centra en su oficio clerical, dejando en el olvido las
lejanas pero dichosas alusiones, formando de nuevo el desdichado y humilde
sacerdote fiel a su monotonía diaria.
Dicho esto, concluimos como este fragmento muestra la
infelicidad de las personas, las cuales añoran sus libres momentos felices, que
sustituyen por una vida monótona y sencilla que no les aporta la felicidad del
pasado, mas se refugian en sus ropajes o en sus actividades intentando
convencerse de que su actualidad es la anhelada, mas no buscan la solución
intentando concluir la decisión acertada que se dispone a condicionar tu
futuro.
Del mismo modo y más importante, este fragmento expone un evidente conflicto entre la ambición y el deseo, incompatibles y, en muchas ocasiones, difíciles de alcanzar.
Del mismo modo y más importante, este fragmento expone un evidente conflicto entre la ambición y el deseo, incompatibles y, en muchas ocasiones, difíciles de alcanzar.
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Y al pensar esto, mirándose al espejo, mientras se lavaba y peinaba, De Pas sonreía con amargura mitigada por el dejo de optimismo que le quedaba de sus reflexiones de poco antes.
Estaba desnudo de medio cuerpo arriba. El cuello robusto parecía más fuerte ahora por la tensión a que le obligaba la violencia de la postura, al inclinarse sobre el lavabo de mármol blanco. Los brazos cubiertos de vello negro ensortijado, lo mismo que el pecho alto y fuerte, parecían de un atleta. El Magistral miraba con tristeza sus músculos de acero, de una fuerza inútil (...)
Mientras estaba lavándose, desnudo de la cintura arriba, don Fermín se acordaba de sus proezas en el juego de bolos, allá en la aldea, cuando aprovechaba vacaciones del seminario para ser medio salvaje corriendo por breñas y vericuetos; el mozo fuerte y velludo que tenía enfrente, en el espejo, le parecía un otro yo que se había perdido, que había quedado en los montes, desnudo, cubierto de pelo como el rey de Babilonia, pero libre, feliz.... Le asustaba tal espectáculo, le llevaba muy lejos de sus pensamientos de ahora, y se apresuró a vestirse. En cuanto se abrochó el alzacuello, el Magistral volvió a ser la imagen de la mansedumbre cristiana, fuerte, pero espiritual, humilde: seguía siendo esbelto, pero no formidable. Se parecía un poco a su querida torre de la catedral, también robusta, también proporcionada, esbelta y bizarra, mística; pero de piedra. Quedó satisfecho, con la conciencia de su cuerpo fuerte, oculto bajo el manteo epiceno y la sotana flotante y escultural.
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5.2.2.10- ¿Cómo es su relación con la Regenta:
qué siente por ella? Fíjate en cómo reacciona cuando se entera de que ha sido
infiel con Álvaro Mesía: ¿Por qué piensa que la Regenta era su legítima mujer?
¿Qué significa "Cientos de papas, docenas de concilios, miles de pueblos,
millones de piedras de catedrales y cruces y conventos... toda la historia,
toda la civilización, un mundo de plomo, yacían sobre él, sobre sus brazos,
sobre sus piernas, eran sus grilletes.... "?
El magistral es el confesor de la joven
doña Ana (la Regenta), los cuales ostentan una estrecha relación amistosa, mas
sus verdaderos sentimientos no son recíprocos, pues el muchacho se encuentra
locamente enamorado de la mujer, al contrario que ésta de él, ya que en el
capítulo televisivo de rtve sobre esta novela, la Regenta muestra una sensación de
repugnancia y un extrañamiento al advertir los sentimientos de Fermín hacia
ella, (minuto 28, capítulo 3). Del mismo modo, observamos como el sacerdote desea
a doña Ana con el mismo amor legítimo con el que cualquier otro hombre anhela a
su esposa, como podemos observar al de ver como siente unos quebrantes
celos que lo consumen al comprobar que tiene relaciones con don Álvaro. Por
otro lado, con el último parrafo de la pregunta, Clarín desea mostrarnos como, al ser nuestro
protagonista un sacerdote católico, contraer matrimonio, tener cualquier
relación sexual o poseer un vínculo sentimental con una mujer es considerado
tanto un pecado ante Dios, como un pésimo ejemplo para la sociedad, además de
lograr así quebrantar su imagen ante toda Vetusta. Por ello, nuestro personaje se encuentra
"esposado" por las normas clericales católicas que, a pesar de
considerarse buenas, resultan un tremendo incordio hacia la persona que
consigue experimentar la virtuosa sensación del amor. (A pesar de esto, en el minuto 18 del capítulo 3 de la serie de rtve encontramos
como Fermín mantiene relaciones con Petra, una de las criadas de la Regenta y,
posteriormente, una de las suyas).
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El Magistral estaba pensando que el
cristal helado que oprimía su frente parecía un cuchillo que le iba cercenando
los sesos; y pensaba además que su madre al meterle por la cabeza una sotana le
había hecho tan desgraciado, tan miserable, que él era en el mundo lo único
digno de lástima. La idea vulgar, falsa y grosera de comparar al clérigo con el
eunuco se le fue metiendo también por el cerebro con la humedad del cristal
helado. «Sí, él era como un eunuco enamorado, un objeto digno de risa, una cosa
repugnante de puro ridícula.... Su mujer, la Regenta, que era su mujer, su
legítima mujer, no ante Dios, no ante los hombres, ante ellos dos, ante él
sobre todo, ante su amor, ante su voluntad de hierro, ante todas las ternuras
de su alma, la Regenta, su hermana del alma, su mujer, su esposa, su humilde
esposa... le había engañado, le había deshonrado, como otra mujer cualquiera; y
él, que tenía sed de sangre, ansias de apretar el cuello al infame, de ahogarle
entre sus brazos, seguro de poder hacerlo, seguro de vencerle, de pisarle, de
patearle, de reducirle a cachos, a polvo, a viento; él atado por los pies con
un trapo ignominioso, como un presidiario, como una cabra, como un rocín libre
en los prados, él, misérrimo cura, ludibrio de hombre disfrazado de anafrodita,
él tenía que callar, morderse la lengua, las manos, el alma, todo lo suyo, nada
del otro, nada del infame, del cobarde que le escupía en la cara porque él
tenía las manos atadas.... ¿Quién le tenía sujeto? El mundo entero.... Veinte
siglos de religión, millones de espíritus ciegos, perezosos, que no veían el
absurdo porque no les dolía a ellos, que llamaban grandeza, abnegación, virtud
a lo que era suplicio injusto, bárbaro, necio, y sobre todo cruel... cruel....
Cientos de papas, docenas de concilios, miles de pueblos, millones de piedras
de catedrales y cruces y conventos... toda la historia, toda la civilización,
un mundo de plomo, yacían sobre él, sobre sus brazos, sobre sus piernas, eran
sus grilletes.... Ana que le había consagrado el alma, una fidelidad de un amor
sobrehumano, le engañaba como a un marido idiota, carnal y grosero.... ¡Le
dejaba para entregarse a un miserable lechuguino, a un fatuo, a un elegante de
similor, a un hombre de yeso... a una estatua hueca!... Y ni siquiera lástima
le podía tener el mundo, ni su madre que creía adorarle, podía darle consuelo,
el consuelo de sus brazos y sus lágrimas.... Si él se estuviera muriendo, su
madre estaría a sus pies mesándose el cabello, llorando desesperada; y para
aquello, que era mucho peor que morirse, mucho peor que condenarse... su madre
no tenía llanto, abrazos, desesperación, ni miradas siquiera... Él no podía
hablar, ella no podía adivinar, no debía.... No había más que un deber supremo,
el disimulo; silencio... ¡ni una queja, ni un movimiento! Quería correr, buscar
a los traidores, matarlos... ¿sí? pues silencio... ni una mano había que mover,
ni un pie fuera de casa.... Dentro de un rato sí, ¡a coro a coro! ¡Tal vez a
decir misa... a recibir a Dios!». El Provisor sintió una carcajada de Lucifer
dentro del cuerpo; sí, el diablo se le había reído en las entrañas... ¡y
aquella risa profunda, que tenía raíces en el vientre, en el pecho, le
sofocaba... y le asfixiaba!...
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5.2.2.11- ¿Qué siente hacia Alvaro Mesía? Quizás te
pueda ayudar el siguiente fragmento: el Magistral ve que su relación con la
Regenta no va por buen camino y entonces desde la torre de la catedral observa
que llega Álvaro Mesía: ¿Qué ve que tanto le molesta? ¿Puede competir con la
Regenta de igual a igual con Álvaro Mesía?¿Por qué? ¿Por qué dice que el
confesionario era como un cepo?
Fermín se encuentra ante la incapacidad de seducir a
doña Ana debido a su oficio religioso. Por ello, sus sentimientos hacia Álvaro
son celosos y envidiosos, ya que él es capaz de reclamar, libremente, el amor
de la mujer. Del mismo modo, a través de sus momentos a solas en la torre del
campanario, Fermín es capaz de observar, mediante su catalejo, como la Regenta
arroja con desdén el libro que él mismo le había regalado, además de atender a
los tonteos (cogidas de la mano, escondidas tras los árboles, caricias
cariñosas...) entre Álvaro y la Regenta, los cuales ostentan una relación
amorosa a escondidas de don Víctor, quien la desconoce rotundamente, pues es un
hombre demasiado ensimismado como para llegar a comprender los cuernos de su
esposa. Por ello, el Magistral no es capaz de competir en igualdad de
condiciones con don Álvaro, dado su ya mencionado trabajo, y la mala imagen que
acarrearía su posible relación con la mujer, a pesar de su loco amor, lo que
consume pausadamente sus entrañas. Dicho esto, observamos como nuestro
personaje compara su confesionario con un cepo, ya que éste asemeja las cadenas
que lo retienen día tras día, que forman la monotonía de su vida, y del que no
puede escapar, de modo que lo inmoviliza y le prohíbe desarrollar su futuro tal
y como el hubiera deseado.
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Si don Álvaro perdía la esperanza, el
Magistral tampoco estaba satisfecho. Veía muy lejos el día de la victoria; la
inercia de Ana le presentaba cada vez nuevos obstáculos con que él no había
contado. Además, su amor propio estaba herido. Si alguna vez había ensayado
interesar a su amiga descubriéndole, o por vía de ejemplo o por alarde de
confianza, algo de la propia historia íntima, ella había escuchado distraída,
como absorta en el egoísmo de sus penas y cuidados. Más había; aquella señora
que hablaba de grandes sacrificios, que pretendía vivir consagrada a la
felicidad ajena, se negaba a violentar sus costumbres, saliendo de casa a
menudo, pisando lodo, desafiando la lluvia; se negaba a madrugar mucho, y
alegando como si se tratase de cosa santa, las exigencias de la salud, los
caprichos de sus nervios. «El madrugar mucho me mata; la humedad me pone como
una máquina eléctrica». Esto era humillante para la religión y depresivo
para don Fermín; era, de otro modo, un jarro de agua que le enfriaba el alma al
Provisor y le quitaba el sueño.
Una tarde entró De Pas en el
confesonario con tan mal humor, que Celedonio el monaguillo le vio cerrar la
celosía con un golpe violento. Don Fermín bajaba del campanario, donde, según
solía de vez en cuando, había estado registrando con su catalejo los rincones
de las casas y de las huertas. Había visto a la Regenta en el parque pasear,
leyendo un libro que debía de ser la historia de Santa Juana Francisca, que él
mismo le había regalado. Pues bien, Ana, después de leer cinco minutos, había
arrojado el libro con desdén sobre un banco. —¡Oh! ¡oh! ¡estamos
mal!—había exclamado el clérigo desde la torre: conteniendo en seguida la ira,
como si Ana pudiera oír sus quejas. Después habían aparecido en el parque dos
hombres, Mesía y Quintanar. Don Álvaro había estrechado la mano de la Regenta
que no la había retirado tan pronto como debiera; «¡aunque no fuese más que por
estar viéndolos él!». Don Víctor había desaparecido y el seductor de oficio y
la dama se habían ocultado poco a poco entre los árboles, en un recodo de un
sendero. El Magistral sintió entonces impulsos de arrojarse de la torre. Lo
hubiera hecho a estar seguro de volar sin inconveniente. Poco después había
vuelto a presentarse don Víctor, el tonto de don Víctor, con sombrero bajo y
sin gabán, de cazadora clara, acompañado de don Tomás Crespo, el del tapabocas;
los dos se habían ido en busca de los otros y los cuatro juntos se presentaron
de nuevo, ante el objetivo del catalejo que temblaba en las manos finas y
blancas del canónigo. Don Víctor levantaba la cabeza, extendía el brazo,
señalaba a las nubes y daba pataditas en el suelo. Ana había desaparecido otra
vez, había entrado en la casa, olvidando a Santa Juana Francisca sobre el
banco, y a los dos minutos estaba otra vez allí con chal y sombrero; y los
cuatro habían salido por la puerta del parque, que abrió Frígilis con su llave.
¡Iban al campo! Cuando don Fermín se vio
encerrado entre las cuatro tablas de su confesonario, se comparó al criminal
metido en el cepo.
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5.2.2.12- ¿Cómo ha influido su madre en el hecho de ser sacerdote? ¿Qué crees que nos quiere decir sutilmente Clarín sobre lo que su madre propone a las criadas? La escena entre la criada y el Magistral sugiere muchas cosas sobre la relación entre ellos: ¿cuáles? Puedes visionar esta escena en el minuto 22 de la serie de RTVE: LA REGENTA SERIE
El oficio de sacerdote ha sido impuesto a
nuestro protagonista por su madre, la cual lo concibe como un modo esencial
para lograr huir de la miseria, alcanzando altos puestos y manejando diversas
riquezas, ya que al ser magistral posee uno de los altos cargos de la iglesia,
pudiendo llegar, incluso, a ejercer de obispo, todo ello recordando que en la
época en la que situamos la novela, una de las formas asequibles para el
progreso social era, sin duda, la iglesia. No obstante, al ser evidente que
dicho trabajo no es vocacional para Fermín, doña Paula, una señora más que
inteligente, concibe las necesidades, en especial sexuales, de su hijo, cosa
que el voto de castidad de los católicos se lo impide, por lo que permite
que éste disfrute de sus momentos dichosos con las criadas del hogar, a las que
ella le pone en bandeja. De este modo, la mujer intuye que la felicidad y el
progreso de su pequeño se basa en, dada su escasa afición, su desahogo en
determinadas ocasiones (lo que podemos presenciar en diversos momentos y
situaciones del capítulo de rtve, como en miradas o provocaciones por parte de
una de las criadas, además de advertir el hecho de que doña Paula incita a las
sirvientas a dormir al lado del señorito). Éste método resulta asazmente
eficaz hasta que el contratiempo del amor se sitúa ante los ojos de Fermín, ya
que la bella doña Ana consigue atraer su corazón, el cual deja de ver el
atractivo en las criadas, centrándose exclusivamente en la mujer.
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En casa el Magistral era el señorito.
Así le nombraba el ama delante de los criados y era el tratamiento que ellos le
daban y tenían que darle.
A doña Paula, que no siempre había sido señora, le sonaba mejor el señorito que un usía. Las doncellas de doña Paula venían siempre de su aldea; las escogía ella cuando iba por el verano al campo. Las conservaba mucho tiempo. La condición de dormir cerca del señorito, por si llamaba, se les imponía con una naturalidad edemíaca. Ni las muchachas ni el Magistral habían opuesto nunca el menor reparo. Los ojos azules, claros, sin expresión, muy abiertos, de doña Paula, alejaban la posibilidad de toda sospecha; por los ojos se le conocía que no toleraba que se pusiese en tela de juicio la pureza de costumbres de su hijo y la inocencia de su sueño; ni al mismo Provisor le hubiera consentido media palabra de protesta, ni una leve objeción en nombre del qué dirán. ¿Qué habían de decir? Allí la castidad de ella, que era viuda, y la de su hijo, que era sacerdote, se tenían por indiscutibles; eran de una evidencia absoluta; ni se podía hablar de tal cosa. «Don Fermín continuaba siendo un niño que jamás crecería para la malicia». Este era un dogma en aquella casa. Doña Paula exigía que se creyera que ella creía en la pureza perfecta de su hijo. Pero todo en silencio.
Teresina entró abrochando los corchetes más altos del cuerpo de su hábito negro (de los Dolores) y en seguida ató cerca de la cintura en la espalda el pañuelo de seda también negro que le cruzaba el pecho.
—¿Qué quería el señorito? ¿se siente mal? ¿traeré ya el café?
—¿Yo?... hija mía... no... no he llamado.
Teresina sonrió. Se pasó una mano mórbida y fina por los ojos, abrió un poco la boca, y añadió:
—Apostaría... haber oído....
—No, yo no. ¿Qué hora es?
Teresina miró al reloj que estaba sobre la cabeza del Magistral. Le dijo la hora y ofreció otra vez el café, todo sonriendo con cierta coquetería, contenida por la expresión de piedad que allí era la librea.
—¿Y madre?
A doña Paula, que no siempre había sido señora, le sonaba mejor el señorito que un usía. Las doncellas de doña Paula venían siempre de su aldea; las escogía ella cuando iba por el verano al campo. Las conservaba mucho tiempo. La condición de dormir cerca del señorito, por si llamaba, se les imponía con una naturalidad edemíaca. Ni las muchachas ni el Magistral habían opuesto nunca el menor reparo. Los ojos azules, claros, sin expresión, muy abiertos, de doña Paula, alejaban la posibilidad de toda sospecha; por los ojos se le conocía que no toleraba que se pusiese en tela de juicio la pureza de costumbres de su hijo y la inocencia de su sueño; ni al mismo Provisor le hubiera consentido media palabra de protesta, ni una leve objeción en nombre del qué dirán. ¿Qué habían de decir? Allí la castidad de ella, que era viuda, y la de su hijo, que era sacerdote, se tenían por indiscutibles; eran de una evidencia absoluta; ni se podía hablar de tal cosa. «Don Fermín continuaba siendo un niño que jamás crecería para la malicia». Este era un dogma en aquella casa. Doña Paula exigía que se creyera que ella creía en la pureza perfecta de su hijo. Pero todo en silencio.
Teresina entró abrochando los corchetes más altos del cuerpo de su hábito negro (de los Dolores) y en seguida ató cerca de la cintura en la espalda el pañuelo de seda también negro que le cruzaba el pecho.
—¿Qué quería el señorito? ¿se siente mal? ¿traeré ya el café?
—¿Yo?... hija mía... no... no he llamado.
Teresina sonrió. Se pasó una mano mórbida y fina por los ojos, abrió un poco la boca, y añadió:
—Apostaría... haber oído....
—No, yo no. ¿Qué hora es?
Teresina miró al reloj que estaba sobre la cabeza del Magistral. Le dijo la hora y ofreció otra vez el café, todo sonriendo con cierta coquetería, contenida por la expresión de piedad que allí era la librea.
—¿Y madre?
—Duerme. Se acostó muy tarde. Como están
con las cuentas del trimestre....
—Bien; tráeme el café, hija mía.
Teresina, antes de salir, puso orden en los muebles, que no pecaban de insurrectos, que estaban como ella los había dejado el día anterior; también tocó los libros de la mesa, pero no se atrevió con los que yacían sobre las sillas y en el suelo. Aquéllos no se tocaban. Mientras Teresina estuvo en el despacho, el Magistral la siguió impaciente con la mirada, algo fruncido el entrecejo, como esperando que se fuera para seguir trabajando o meditando.
Hasta que tuvo el café delante no recordó que él solía decir misa; que era un señor cura. ¿La tenía? ¿Había prometido decirla? No pudo resolver sus dudas. Pero la seguridad con que Teresa procedía le tranquilizó.
Ni doña Paula ni Teresa olvidaban jamás estos pormenores. Ellas eran las encargadas de oír la campana del coro, de apuntar las misas, de cuanto se refería a los asuntos del rito. De Pas cumplía con estos deberes rutinarios, pero necesitaba que se los recordasen. ¡Tenía tantas cosas en la cabeza! Sus olvidos eran dentro de casa, porque fuera se jactaba de ser el más fiel guardador de cuanto la Sinodal exigía, y daba frecuentes lecciones al mismo maestro de ceremonias.
Tomó el café y se levantó para dar algunos paseos por el despacho; quería distraerse, sacudir aquellos pensamientos importunos que no le permitían adelantar en su trabajo.
Teresina entraba y salía sin pedir permiso, pero andaba por allí como el silencio en persona; no hacía el menor ruido. Llevó el servicio del café, volvió a buscar un jarro de estaño y el cubo del lavabo; entró de nuevo con ellos y una toalla limpia. Entró en la alcoba, dejando las puertas de cristales abiertas, y se puso a levantar la cama, operación que consistía en sacudir las almohadas y los colchones, doblar las sábanas y la colcha y guardarlas entre colchón y colchón, tender una manta sobre el lecho y colocar una sobre otras las almohadas sacudidas, pero sin funda. El Magistral dormía algunos días la siesta, y doña Paula, por economía, le preparaba así la cama. Hacerla formalmente hubiera sido un despilfarro de lavado y planchado.
Don Fermín volvió a sentarse en su sillón. Desde allí veía, distraído, los movimientos rápidos de la falda negra de Teresina, que apretaba las piernas contra la cama para hacer fuerza al manejar los pesados colchones. Ella azotaba la lana con vigor y la falda subía y bajaba a cada golpe con violenta sacudida, dejando descubiertos los bajos de las enaguas bordadas y muy limpias, y algo de la pantorrilla. El Magistral seguía con los ojos los movimientos de la faena doméstica, pero su pensamiento estaba muy lejos. En uno de sus movimientos, casi tendida de brazos sobre la cama, Teresina dejó ver más de media pantorrilla y mucha tela blanca. De Pas sintió en la retina toda aquella blancura, como si hubiera visto un relámpago; y discretamente, se levantó y volvió a sus paseos. La doncella jadeante, con un brazo oculto en el pliegue de un colchón doblado, se volvió de repente, casi tendida de espaldas sobre la cama. Sonreía y tenía un poco de color rosa en las mejillas.
—¿Le molesta el ruido, señorito?
El Magistral miró a la hermosa beata que en aquel momento no conservaba ningún gesto de hipocresía. Apoyando una mano en el dintel de la puerta de la alcoba, dijo el amo sonriente como la criada:
—La verdad, Teresina... el trabajo de hoy es muy importante. Si te es igual, vuelve luego, y acabarás de arreglar esto cuando yo no esté.
—Bien está, señorito, bien está—respondió la criada, muy seria, con voz gangosa y tono de canto llano.
Y con mucha prisa, haciendo saltar la ropa cerca del techo, acabó de levantar la cama y salió de las habitaciones del señorito.
—Bien; tráeme el café, hija mía.
Teresina, antes de salir, puso orden en los muebles, que no pecaban de insurrectos, que estaban como ella los había dejado el día anterior; también tocó los libros de la mesa, pero no se atrevió con los que yacían sobre las sillas y en el suelo. Aquéllos no se tocaban. Mientras Teresina estuvo en el despacho, el Magistral la siguió impaciente con la mirada, algo fruncido el entrecejo, como esperando que se fuera para seguir trabajando o meditando.
Hasta que tuvo el café delante no recordó que él solía decir misa; que era un señor cura. ¿La tenía? ¿Había prometido decirla? No pudo resolver sus dudas. Pero la seguridad con que Teresa procedía le tranquilizó.
Ni doña Paula ni Teresa olvidaban jamás estos pormenores. Ellas eran las encargadas de oír la campana del coro, de apuntar las misas, de cuanto se refería a los asuntos del rito. De Pas cumplía con estos deberes rutinarios, pero necesitaba que se los recordasen. ¡Tenía tantas cosas en la cabeza! Sus olvidos eran dentro de casa, porque fuera se jactaba de ser el más fiel guardador de cuanto la Sinodal exigía, y daba frecuentes lecciones al mismo maestro de ceremonias.
Tomó el café y se levantó para dar algunos paseos por el despacho; quería distraerse, sacudir aquellos pensamientos importunos que no le permitían adelantar en su trabajo.
Teresina entraba y salía sin pedir permiso, pero andaba por allí como el silencio en persona; no hacía el menor ruido. Llevó el servicio del café, volvió a buscar un jarro de estaño y el cubo del lavabo; entró de nuevo con ellos y una toalla limpia. Entró en la alcoba, dejando las puertas de cristales abiertas, y se puso a levantar la cama, operación que consistía en sacudir las almohadas y los colchones, doblar las sábanas y la colcha y guardarlas entre colchón y colchón, tender una manta sobre el lecho y colocar una sobre otras las almohadas sacudidas, pero sin funda. El Magistral dormía algunos días la siesta, y doña Paula, por economía, le preparaba así la cama. Hacerla formalmente hubiera sido un despilfarro de lavado y planchado.
Don Fermín volvió a sentarse en su sillón. Desde allí veía, distraído, los movimientos rápidos de la falda negra de Teresina, que apretaba las piernas contra la cama para hacer fuerza al manejar los pesados colchones. Ella azotaba la lana con vigor y la falda subía y bajaba a cada golpe con violenta sacudida, dejando descubiertos los bajos de las enaguas bordadas y muy limpias, y algo de la pantorrilla. El Magistral seguía con los ojos los movimientos de la faena doméstica, pero su pensamiento estaba muy lejos. En uno de sus movimientos, casi tendida de brazos sobre la cama, Teresina dejó ver más de media pantorrilla y mucha tela blanca. De Pas sintió en la retina toda aquella blancura, como si hubiera visto un relámpago; y discretamente, se levantó y volvió a sus paseos. La doncella jadeante, con un brazo oculto en el pliegue de un colchón doblado, se volvió de repente, casi tendida de espaldas sobre la cama. Sonreía y tenía un poco de color rosa en las mejillas.
—¿Le molesta el ruido, señorito?
El Magistral miró a la hermosa beata que en aquel momento no conservaba ningún gesto de hipocresía. Apoyando una mano en el dintel de la puerta de la alcoba, dijo el amo sonriente como la criada:
—La verdad, Teresina... el trabajo de hoy es muy importante. Si te es igual, vuelve luego, y acabarás de arreglar esto cuando yo no esté.
—Bien está, señorito, bien está—respondió la criada, muy seria, con voz gangosa y tono de canto llano.
Y con mucha prisa, haciendo saltar la ropa cerca del techo, acabó de levantar la cama y salió de las habitaciones del señorito.
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- DON ÁLVARO MESÍA
5.2.2.13-¿A qué clase social representa en la
novela?
Mediante don Álvaro Mesía, Clarín pretende
representarnos la figura de alto burgués, líder del partido liberal y
conquistador oficial de la ciudad, rebosante de prestigio y riquezas, el cual
pretende llevar un tipo de vida semejante a la
nobleza, con la cual simpatiza y se reparte el poder político y económico.
Hombre de intereses, se esfuerza por mantener una cordial y amistosa relación
con las personas influyentes de la ciudad asturiana, como podemos observar en
las constantes conversaciones con don Víctor durante la duración del episodio
de rtve mencionado anteriormente, ya que puede llegar a obtener numerosos
beneficios.
5.2.2.14-¿Por qué quiere conquistar a la Regenta?¿Está realmente
enamorado de ella?
Seductor oficial de Vetusta, Don Álvaro muestra la
figura desagradable, despreciable, egoísta, engreída y grosera, careciente de
rasgos admirables, concienciado en conquistar diversas damas con el fin de
sacar claros beneficios, pues dicho personaje no da sin recibir a cambio.
Claramente, Álvaro no se encuentra enamorado de la Regenta, sino que
simplemente le ha sido antojado cautivar a la joya más codiciada de la ciudad,
por lo que espera que la mujer termine sumida en sus brazos. Una forma de observar las intenciones sin amor de
dicho personaje es tras atender al episodio de rtve sobre esta serie, en la que
podemos contemplar como don Álvaro mantiene relaciones con Petra por la simple
razón de obtener información acerca de cómo inmiscuirse por las noches en la
casa de la Regenta sin ser visto, en especial por don Víctor.
- DON VÍCTOR QUINTANAR
5.2.2.15- ¿Cómo es su relación con su mujer?¿La
satisface sexualmente?
La pasión amorosa ha sido consumida entre don Víctor y
doña Ana, ya que aquel es incapaz de otorgarla más amor del que un padre puede
dar a una hija, de modo que la mujer indaga otras opciones en busca de obtener
el placer que su envejecido marido no puede aportarla, las cuales encontrará en
don Álvaro.
Absorto en sus propias aficiones, entre las que se destacan el teatro o la caza, don Víctor se olvida de su mujer, por lo que mantienen una relación distante y careciente de cariño. Es un hombre sincero y comprensivo que se desentiende de la vida hipócrita de vetusta. Esto es el causante de que nuestro personaje desconozca las verdaderas intenciones y relaciones de su mujer, la cual las aprovecha a su sombra (como podemos observar en el capítulo 3 de rtve, donde don Álvaro se inmiscuye numerosas noches en la vivienda de los cónyuges sin que don Víctor sea consciente).
5.2.3- Temas:
Igual que hemos visto en Fortunata y
Jacinta, en La Regenta hay dos planos: uno personal y otro social
que le sirve de fondo:
- CONFLICTOS PERSONALES:
5.2.3.1- ¿Por qué fracasan todas las relaciones
sentimentales de la obra: Ana- Fermín de Pas; Ana-Álvaro Mesía; Ana-Víctor
Quintanar?
En mi opinión, el carácter y la condición de cada uno
de los personajes son los que lo conducen a su propia ruina. En el primer caso,
Ana es una mujer cuya necesidad se basa en una relación sexual más que
sentimental. En Fermín, la mujer rellena ese vacío sentimental al poder contar
con la confianza de una persona que la ayude y la guie hacia la bondad, mas
sigue abierto su deseo reproductivo, el cual el hombre es incapaz de
proporcionarla, pues su puesto en la iglesia junto con su imagen social suponen
una gigante piedra que le aplastaría en el caso de que se lo otorgase (Fermín intenta conquistar a la mujer mediante el espíritu, la iglesia, de modo que obviamente fracasa, pues el amor verdadero es imposible de fluir con tan solo el lado espiritual. Podemos decir que ek amor es como una moneda que tiene dos caras, y sin una de ellas, la moneda esta incompleta, es falsa, de modo que el amor fracasa ) Cabe
destacar que Ana no ostenta ningún amor por el Magistral, de modo que nunca
podrían haber llegado a una relación.
Del mismo modo, en la segunda opción, observamos como
las intenciones de Álvaro son meramente sexuales, por lo que su futuro
matrimonial, al igual que en el caso de Fortunata y Juan, es inviable.
Asimismo, la escasa avidez por parte de la Regenta crean en su mente un engaño
que no es cierto, ya que la mujer llegó a la idea de que ambos estaban
enamorados recíprocamente.
Por otro lado, la última relación es claramente
utópica, pues el envejecido Víctor es incapaz de otorgarle a la mujer todo lo
necesario para llevar una relación conyugal estable. Es algo parecido a lo
sucedido entre Maxi y Fortunata, pues la carencia de amor entre los personajes
son los causantes de un matrimonio lleno de mentiras e infidelidades. En la
época, la mera obtención del poder obligaba a los ciudadanos a contraerse en
matrimonios de conveniencia que obviamente no satisfacen las necesidades
amorosas de cada uno de los miembros de la pareja. Esto es lo sucedido entre Víctor
y Ana y es, como he aclarado anteriormente, el causante de su perdición.
- CONFLICTOS SOCIALES:
5.2.3.2- ¿Qué tipo de ciudad española simboliza
Vetusta? Busca en el diccionario el significado de "vetusto" y di por
qué crees que Clarín la llamó así?
Vetusta ha sido identificada desde un
principio, tanto por los lectores como por los críticos, como la antigua
Oviedo, capital de la provincia de Asturias. De un modo frívolo y negativo,
dicha ciudad alberga ciudadanos corruptos y mezquinos, donde Clarín se ha
esmerado en describirla como un personaje más contribuyente de la obra. Por
ello, se retrata la hipocresía o la envidia de los habitantes que la integran,
rodeados de una mísera espiritualidad y una rebosante lujuria, donde podemos
concebir que la única persona decente es doña Ana, a la que todos se aplican
por destrozar. Del mismo modo, El autor se esmera por representar el atraso
presente en determinadas partes de España, donde todavía es visible la herencia
del A. Régimen en el que, si hacemos memoria, recordaremos cómo el gobierno se
constituía por un sabotaje electoral protagonizado por el rey, junto con dos
importantes partidos (el Liberal, donde podemos situar a Álvaro Mesía; y el
conservador, simbolizado por el marqués de Vegallana), todo ello mediante la
generosa colaboración de los caciques. De esta manera, concluimos que tanto la
nobleza (Vegallana), como la burguesía (Mesía) son los ostentantes del poder
económico y político, mas una clara influyente del poder general del país era
la iglesia, (simbolizada mediante Fermín de Pas), la cual forma una institución
que domina a la sociedad a través de la conciencia de los ciudadanos, todo ello
mediante el poder de la confesión (esto podemos presenciarlo tanto en la escena
donde doña Lupe dialoga con Maxi sobre el poder de la religió en el capítulo de
rtve visto en clase; además de observarlo en el interés por la madre de Fermín,
consciente de que una forma eficaz de salir de la miseria se encuentra en la
iglesia, la cual permitía escalar puestos en la sociedad de la época).
Dicho esto, una vez buscado el significado
de "vetusto" en el diccionario (muy antiguo o de mucha edad),
concluyo que Clarín decide atribuir dicho nombre a su ciudad debido a las características
que hacen de ella una Vetusta en todos los sentidos, dada su anticuado sistema
político, sus viejas costumbres, o las longevas y frívolas actitudes de los
habitantes que la integran.
5.2.3.3- Opinión sobre la Iglesia: Lee el siguiente fragmento y contesta las preguntas: ¿Los miembros del coro de la Catedral tienen auténtica vocación o rezan como si fuera una obligación laboral? ¿Se llevan bien entre ellos? ¿Qué crees que critica Clarín de la Iglesia?
Nos situamos en el interior del edificio representante
de Dios en la Tierra, mas el ambiente intrínseco de éste no es el esperado.
Todos los católicos, tanto los miembros del coro como los sacerdotes realizan
su oficio con escasa vocación, la cual ha sido transformada en monotonía,
sustituyendo a la fe con la que aparentemente entraron a la iglesia por primera
vez, en una mera obligación laboral. Del mismo modo, el ecosistema que engloba
a todos los integrantes del edificio es hipócrita, fingido y escaso, mas con
una dichosa apariencia, pues los feligreses encuentran la armonía y simpatía
entre cada uno de los católicos, ya que estos se dignan a presentarles una
buena cara y su más preciada muestra de ejemplaridad, claramente de un modo
superficial.
Por ello, en mi opinión, Clarín se digna a criticar el
egoísmo y la avaricia del ser humano, que osa viciosamente el poder para el
simple hecho de adquirir riqueza. El hombre busca la forma de aumentar
escalafones sociales, inmiscuyéndose en la iglesia y convirtiendo una principal
tradición y un sentimiento espiritual en una farsa o mera institución, además
de una hipocresía convertida en un arma monótona con la que tratar al resto de
clérigos. Se transforma así en un oficio en el que se busca la obtención del
dinero, en vez de formar parte de una creencia religiosa a la que se
acceda por vocación.
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El coro había terminado: los venerables canónigos dejaban cumplido por aquel día su deber de alabar al Señor entre bostezo y bostezo. Uno tras otro iban entrando en la sacristía con el aire aburrido de todo funcionario que desempeña cargos oficiales mecánicamente, siempre del mismo modo, sin creer en la utilidad del esfuerzo con que gana el pan de cada día. El ánimo de aquellos honrados sacerdotes estaba gastado por el roce continuo de los cánticos canónicos, como la mayor parte de los roquetes, mucetas y capas de que se despojaban para recobrar el manteo. Se notaba en el cabildo de Vetusta lo que es ordinario en muchas corporaciones: algunos señores prebendados no se hablaban; otros no se saludaban siquiera. Pero a un extraño no le era fácil conocer esta falta de armonía: la prudencia disimulaba tales asperezas, y en conjunto reinaba la mayor y más jovial concordia. Había apretones de mano, golpecitos en el hombro, bromitas sempiternas, chistes, risas, secretos al oído. Algunos, taciturnos, se despedían pronto y abandonaban el templo; no faltaba quien saliera sin despedirse.
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5.2.3.4- Opinión sobre la burguesía y la nobleza: Lee el siguiente fragmento y contesta preguntas: ¿Se llevan mal la nobleza y la burguesía?¿Por qué Ana no se podrá casar con un noble? ¿A qué debe aspirar?
Entre la burguesía y la nobleza se
establece una amistosa relación, en la que se buscan beneficios recíprocos por
parte de ambos: por un lado, la nobleza, tanto alta como baja, se jactará de la
burguesía con sus títulos, los cuales acompañarán del dinero de ésta (es la
llamada aristocracia), con la única ventaja de que los integrantes de la alta
nobleza ostentan tanto títulos como riquezas. Asimismo, dadas sus riquezas, las
relaciones sociales se establecen por escalafones, ya que los ámbitos en los
que se mueven no son iguales en clases altas que en bajas. Por ello, la belleza
de la joven doña Ana no será suficiente para lograr el amor de un rico noble,
ya que éste solo puede satisfacer con ella su deseo sexual, pues la mujer
carece de privilegios, riquezas o títulos con los que asemejarse al noble, otro
atenuante más al egoísmo del hombre, que solo busca el poder y el benéfico, sin
dictarse por los verdaderos sentimientos. Dada esta razón, la muchacha, de
clase humilde, debe aspirar a la hora de contraer matrimonio con los de su
propia clase social, o incluso tratar de encontrar a un joven con dinero con el
fin de que pueda complacerla tanto en amor como en lujuria.
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Las señoritas nobles no envidiaban mucho a Anita, porque era pobre. Para ellas la hermosura era cosa secundaria; daban más valor a la dote y a los vestidos, y creían que las proporciones—los novios aceptables—harían lo mismo. Sabían a qué atenerse. En las tertulias, en los bailes, en las excursiones campestres no le faltarían a la sobrina adoradores; los muchachos de la aristocracia eran casi todos libertinos más o menos disimulados; les atraería la hermosura de Ana, pero no se casarían con ella. Cada niña aristócrata no necesitaba más cuidado que prohibir a su novio formal—el futuro esposo—hacer el amor a la huérfana, a lo menos en presencia de su futura. Si Anita se descuidaba, pensaban las herederas, podía verse comprometida sin ninguna utilidad. Dentro de la nobleza no era probable que se casara. Los nobles ricos buscaban a las aristócratas ricas, sus iguales; los nobles pobres buscaban su acomodo en la parte nueva de Vetusta, en la Colonia india, como llamaban al barrio de los americanos los aristócratas. Un indiano plebeyo, un vespucio—como también los apellidaban—pagaba caro el placer de verse suegro de un título, o de un caballero linajudo por lo menos.
El cálculo de las tías respecto al
matrimonio de Ana no se había modificado a pesar de la gran hermosura de su
sobrina. Por guapa no se casaría con un noble; era preciso abdicar, dejarla
casarse con un ricacho plebeyo. Entre tanto, se necesitaba mucha vigilancia y
tener advertida a la niña
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5.2.3.5- Lee el siguiente fragmento
situado al final de la novela cuando ya se ha desencadenado todo y contesta a
las preguntas: ¿Les había alegrado a los vetustenses que la Regenta cayera en
el adulterio y sus posteriores consecuencias? ¿Lo reconocían o fingían
escándalo y horror? ¿Por qué crees que
reaccionan así? ¿Qué característica de la sociedad crítica Clarín con
esto?
El adulterio de la Regenta se convierte en un tema en
boca de todos los ciudadanos de Vetusta, pues la incrédula noticia que fascina
y rompe la monotonía de la ciudad hace deslumbrar la dichosidad con la que las
bocas de los envidiosos habitantes asturianos se llenaban de críticas y
comentarios hacia la actual deshonrada mujer. No obstante, dicho sentimiento de
placer es enmascarado por la expresión de escándalo y horror, pues los
hipócritas residentes debían mostrar su lado consternado al resto. Así, dicha
reacción es fruto de la terrible envidia que sufren hacia la Regenta, además de
necesitar fingir dada la base social de la época, la cual obliga a los
habitantes a mostrar la visión que todo el mundo desea ver, a pesar de pensar
todo lo contrario.
Dicho esto, concluimos como Galdós realiza una tremenda
crítica tanto a la sociedad española de la época, como a la base del ser
humano, pues la hipocresía, la envidia, la volubilidad y la felicidad que nos
produce las desdichas ajenas, forman un completo ser despreciable que nos
caracteriza, con excepciones, claramente, de personas humildes y afables. Del
mismo modo, cabe destacar la necesidad del mortal por introducirse en las vidas
ajenas, opinando sobre ellas, despreocupándonos de las nuestras, cuando
deberíamos de centrarnos en resolver nuestros propios problemas, dejando que el
resto se soluciones los suyos.
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Vetusta la noble estaba escandalizada, horrorizada. Unos a otros, con cara de hipócrita compunción, se ocultaban los buenos vetustenses el íntimo placer que les causaba aquel gran escándalo que era como una novela, algo que interrumpía la monotonía eterna de la ciudad triste. Pero ostensiblemente pocos se alegraban de lo ocurrido. ¡Era un escándalo! ¡Un adulterio descubierto! ¡Un duelo! ¡Un marido, un ex-regente de Audiencia muerto de un pistoletazo en la vejiga! En Vetusta, ni aun en los días de revolución había habido tiros. No había costado a nadie un cartucho la conquista de los derechos inalienables del hombre. Aquel tiro de Mesía, del que tenía la culpa la Regenta, rompía la tradición pacífica del crimen silencioso, morigerado y precavido. «Ya se sabía que muchas damas principales de la Encimada y de la Colonia engañaban o habían engañado o estaban a punto de engañar a su respectivo esposo, ¡pero no a tiros!». La envidia que hasta allí se había disfrazado de admiración, salió a la calle con toda la amarillez de sus carnes. Y resultó que envidiaban en secreto la hermosura y la fama de virtuosa de la Regenta no sólo Visitación Olías de Cuervo y Obdulia Fandiño y la baronesa de la Deuda Flotante, sino también la Gobernadora, y la de Páez y la señora de Carraspique y la de Rianzares o sea el Gran Constantino, y las criadas de la Marquesa y toda la aristocracia, y toda la clase media y hasta las mujeres del pueblo... y ¡quién lo dijera! la Marquesa misma, aquella doña Rufina tan liberal que con tanta magnanimidad se absolvía a sí misma de las ligerezas de la juventud... ¡y otras!
Hablaban mal de Ana Ozores todas las mujeres de Vetusta, y hasta la envidiaban y despellejaban muchos hombres con alma como la de aquellas mujeres. Glocester en el cabildo, don Custodio a su lado, hablaban de escándalo, de hipocresía, de perversión, de extravíos babilónicos; y en el Casino, Ronzal. Foja, los Orgaz echaban lodo con las dos manos sobre la honra difunta de aquella pobre viuda encerrada entre cuatro paredes.
Obdulia Fandiño, pocas horas después de saberse en el pueblo la catástrofe, había salido a la calle con su sombrero más grande y su vestido más apretado a las piernas y sus faldas más crujientes, a tomar el aire de la maledicencia, a olfatear el escándalo, a saborear el dejo del crimen que pasaba de boca en boca como una golosina que lamían todos, disimulando el placer de aquella dulzura pegajosa.
«¿Ven ustedes? decían las miradas triunfantes de la Fandiño. Todas somos iguales».
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5.2.3.6- Lee el siguiente fragmento y contesta a las
preguntas: ¿Qué sistema político representan Don Álvaro y el Marqués de
Vegallana? (recuerda lo que viste del caciquismo en el contexto histórico).
¿Había alguna diferencia si gobernaban unos u otros?
En Vetusta, al igual que en numerosas ciudades de la
España del siglo XIX, reinaba el bipartidismo, en el que dos únicos e
importantes partidos se turnaban en el poder de forma alternada. Por ello, en
dicha ciudad protagonista de la novela, la política se rige mediante el
liberal, cuyo líder es don Álvaro Mesía; y el conservador, con el marqués de Vegallana
a la cabeza, el cual no obstante siquiera la vocación de ejercer en la
política. No obstante, a pesar de practicar dicho turnismo, los ideales de
ambos partidos eran, en una base, los mismos, por lo que la única diferencia
existente entre ellos era el líder que los regía, de modo que la forma de
gobierno era muy similar.
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El marqués de Vegallana era en Vetusta
el jefe del partido más reaccionario entre los dinásticos; pero no tenía
afición a la política y más servía de adorno que de otra cosa. Tenía siempre un
favorito que era el jefe verdadero. El favorito actual era (¡oh escándalo del
juego natural de las instituciones y del turno pacífico!) ni más ni menos, don
Álvaro Mesía, el jefe del partido liberal dinástico. El reaccionario creía
resolver sus propios asuntos y en realidad obedecía a las inspiraciones de
Mesía. Pero este no abusaba de su poder secreto. Como un jugador de ajedrez que
juega solo y lo mismo se interesa por los blancos que por los negros, don
Álvaro cuidaba de los negocios conservadores lo mismo que de los liberales.
Eran panes prestados. Si mandaban los del Marqués, don Álvaro repartía
estanquillos, comisiones y licencias de caza, y a menudo algo más suculento,
como si fueran gobierno los suyos; pero cuando venían los liberales, el marqués
de Vegallana seguía siendo árbitro en las elecciones, gracias a Mesía, y daba
estanquillos, empleos y hasta perbendas. Así era el turno pacífico en Vetusta,
a pesar de las apariencias de encarnizada discordia. Los soldados de fila, como
se llamaban ellos, se apaleaban allá en las aldeas, y los jefes se entendían,
eran uña y carne. Los más listos algo sospechaban, pero no se protestaba, se
procuraba sacar tajada doble, aprovechando el secreto.
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Sobre la Regenta: La Regenta